Hasta mayo del 2017 Alba Martín daba clases extraescolares de gimnasia rítmica y baile moderno. Desde mayo del 2017 Alba Martín da clases extraescolares de gimnasia rítmica y de ballet. La diferencia es que desde hace diez meses lo hace a 6.800 kilómetros de distancia de su casa, Zaragoza, porque trabaja para QSports en Doha, la capital de Catar. Allí ha mejorado su inglés mientras intenta introducir un deporte casi desconocido en la sociedad catarí a la vez que disfruta de una experiencia laboral y vital.

Recibió una oferta a través de la federación aragonesa de gimnasia que le ofrecía un puesto temporal, para el verano. Alba echó el currículum «sin ninguna perspectiva de que me llamaran porque me parecía una opción tan lejana y rara que no pensé que me llamarían». Pero lo hicieron y le propusieron un puesto de más tiempo para el que tenía que incorporarse en dos semanas. «Al día siguiente estaba diciendo que sí y, dos semanas después, ya estaba aquí», recuerda. «Fue muy rápido porque me pareció una buena oportunidad y me apetecía. Lo vi como una aventura y me apetecía cambiar de aires, probar otras cosas».

Catar está apostando por el deporte y hay modalidades que cuentan con mucha aceptación. La gimnasia rítmica no es una de ellas por desconocimiento. «Cuando hablas de gimnasia piensan más en artística que en rítmica. Así como en España sí que tiene tirón, aquí la mayoría de la gente no sabe lo que es, directamente», explica. El deporte que más aceptación tiene es la natación. «Todos los niños se apuntan, todos quieren aprender. Por lo general la gente adulta no sabe nadar», indica.

Al ser un deporte casi nuevo no hay ni participantes ni nivel suficiente como para poder competir, pero los padres pueden ver la evolución de sus pequeñas. «Cada trimestre hacemos una exhibición. Los padres vienen a la clase y les hacemos una pequeña presentación», apunta. Los grupos son multiculturales porque en Catar hay gente de todo el mundo. «Hay coles en los que la mayoría de alumnos son catarís y otros que están abiertos a gente de fuera. Tenemos chicas de Australia, una española, una china… Es bonito porque los niños crecen con esa multiculturalidad y no ven a nadie diferente», razona.

El trabajo no es muy diferente para esta zaragozana de 33 años. Sí lo es todo lo demás. Ha tenido que soltarse con el inglés para poder entenderse y está descubriendo un país y una cultura diferentes. Menos represiva de lo que puede parecer desde fuera. «Si quieres sacar las cosas de quicio puedes sacar muchas pegas. Hay sitios en los que yo por ejemplo no llevo vestidos cortos o no voy en tirantes. No es que no se pueda porque sales por la noche y puedes ir como te dé la gana, la gente va como quiere. Pero según dónde vayas no me gusta porque parece que llamas un poco la atención. No porque no lo puedas hacer sino porque llamas la atención. Hay sitios más oficiales en los que no puedes entrar enseñando las rodillas ni los hombros y te tienes que tapar», explica. Y pone algunos ejemplos. «Cuando fui a sacarme el carnet de conducir había un cartel con las normas que tienes que seguir. O si vas al hospital, un día que me caí y llevaba un dedo mal, si te acompaña una chica vale, pero un chico no puede entrar contigo, tiene que esperar fuera», explica.

Fecha de vuelta

«Tenemos ideas preconcebidas que no tienen nada que ver con la realidad. Catar no es Arabia Saudí, es otra cosa aparte. La vida aquí está bien. Las mujeres catarís viven muy bien. No hay gran discriminación. Ellas van tapadas porque es su cultura, pero no es la idea que mucha gente tiene. Conducen, trabajan y hacen de todo», continúa. La zaragozana tuvo que examinarse de nuevo del carnet de conducir porque no le convalidaron el español. Ya se ha acostumbrado al caos circulatorio de Doha. «Hay mucho tráfico y muchas obras. Conducen como les da la gana», asegura.

En verano no se puede salir a la calle ni siquiera por la noche debido a las altas temperaturas. Entonces los catarís aprovechan para ir a centros comerciales, algunos con sus góndolas, otros con pistas de hielo. «Puedes hacer lo que quieras, pero es verdad que hay poca oferta porque a largo plazo es siempre lo mismo. Pero lo normal, si es medio invierno y se puede salir, es ir a pasear a Mia Park o ir a Souq Waquif y tomarte un té. Es como el zoco. No es auténtico, se lo han inventado ellos porque aquí no tienen historia ni nada, pero es lo más auténtico, los catarís están ahí. Allí te sientas, tomas un té, fumas una shisha. Si quieres una cerveza tienes que irte a hoteles o sitios privados. Lo más turístico es ir a Souq Waquif, ver el zoco por dentro, las tiendas, y tomarte algo», expone. Alba está disfrutando al máximo de una experiencia enriquecedora que ya tiene fecha de caducidad. Tras el verano volverá a casa y el próximo curso hará en Barcelona un máster de dirección y gestión deportiva.