Osasuna no es un rival que se distinga precisamente por envolver su juego en finas telas. El equipo navarro mantiene una apuesta histórica por la escuela física, en donde raramente admite a tipos remolones en el cuerpo a cuerpo y en la intensidad. El sábado se gustó con la pelota en algunos tramos del partido porque dispone de varios futbolistas elegantes como Sisi y De las Cuevas, pero al final se encontró con un rival que ha tenido que cambiar su formato de tradicional apuesta por la excelencia por otro si no paralelo sí coincidente con el fogoso espíritu navarro.La necesidad obliga y la afición acepta de buen grado el giro porque entiende que los tiempos exigen sacrificios a todos los niveles.

Por momentos, el Real Zaragoza se elevó muy por encima de los forzudos de Jan Urban, con músculo, pierna poderosa y hasta un gol de cabeza digno del Reyno de Navarra, de El Sadar para hacer más reconocible la imagen. Así le arrebató la pelota, el dominio y tuvo destellos de juego combinativo suficientes para sentenciar la contienda. Un error colectivo en defensa le condenó al empate. Víctor Muñoz habló de desajuste, si bien su razonable decisión de cambiar a Vallejo por Cabrera para proteger al canterano de una segunda tarjeta amarilla no colaboró en nada. Vallejo dispone de un radar de tecnología punta para leer pases interiores (como ocurrió) y desactivar el peligro con su don de la anticipación.Ya no estaba en el campo.

Apenas se puede hacer severos reproches a este batallón. a esta voluntariosa jauría humana que empieza a correr al salir del cajón y no deja de hacerlo hasta que se apagan las luces del estadio. Su entrenador es responsable de que el Real Zaragoza haga de sus defectos virtudes, de sus ternuras una herradura en el guante... Los muchachos, además, se aplican en la estrategia, acudiendo al rescate del compañero en pleno fuego cruzado. No es un bloque a imagen y semejanza de Víctor Muñoz, pero en ese perfil de afilado colmillo competitivo se distingue mucho de la personalidad profesional del técnico primero como futbolista y más tarde como inquilino de los banquillos. Esta temporada, no como la anterior, ha hallado gente hunilde para hacerse comprender.

Víctor Muñoz ha sido uno de los grandes todocampistas de este juego en su más amplio concepto. Ambicioso y omnipresente, duro e inteligente... Incontenible. Con el tiempo ha conservado la pasión y ha sumado la especialización sin darse tregua en el aprendizaje. Ahora de este Zaragoza convaleciente. Y sigue estudiando, retorciéndose por fallos suyos y ajenos que había previsto dentro las fronteras fortuitas y espontáneas que establece la geografía del deporte.

De casta le viene al galgo. El Real Zaragoza sale a morder en cada partido. Le va la vida en ello con un pitbull encabezando su aún indescifrable destino.