Dijo el otro bien clarito Bono que el Zaragoza tenía más alma la temporada pasada que esta que toca sufrir. A algunos se les abrieron los ojos como platos, como si se hubiese saltado algún precepto interno. Es tan singular que un futbolista hable llanamente hoy en día que extraña cuando uno se sincera en grupo, más si lo hace con unos cuantos micrófonos delante. Le sobraba razón al marroquí, ni falta hace explicarlo después de ver el comienzo de Liga del conjunto de Popovic. Excepto aquellos minutos en los que el equipo supo revitalizarse la única noche aceptable del curso, aquella del Almería, si por algo se definía a este inconexo grupo era por el desorden, a ratos desconcierto, quizá desgana, cierta impotencia. En su definición no cabrían la bravura o el sentimiento, esa alma a la que se refería el portero. Nada de energía, apenas expresión ambiciosa, ni gota de fútbol. Este último asunto parece lejos de arreglarlo el entrenador. Mientras llega la solución, deberá tirar de aptitudes como las que exhibió ayer Ortuño, que se mostró cual campeador y completó una actuación estupenda en su primer partido como titular.

No es que Alfredo Ortuño sea un delantero exquisito. Ni encandila por sus regates, ni es ligero de movimientos, ni rezuma talento. Tampoco es un especialista rematador. Tiene un poco de todo, eso sí. Y otro poco más de temperamento, algo que se le había echado en falta justo en algunas apariciones anteriores en La Romareda, cuando entró desconectado al césped, frío, casi indolente. Pareció algo díscolo, lo que unido a ese aire de delantero grandón, tantas veces asociado al de torpón, había dejado más de un recelo.

Habrá que cotejarlo aún, pero por lo que se vio ayer, si es capaz de sostener ese fútbol con alma, no se le podrán poner peros en La Romareda. Nadie le va a exigir que sea eléctrico como Jaime o iguale el registro goleador de Borja Bastón. La afición, aunque tantas veces la critiquen porque altere su opinión de un día a otro, comprende muy bien qué tipo de futbolista tiene delante y hasta dónde puede apretarle. Ya sabe cuando chifla y por qué. Ayer no le silbó nadie, a Ortuño. A Popovic sí, cuando recitaron las alineaciones. Y ni una vez más. Lo normal, vamos. Si vuelven atrás, uno u otro, regresarán los pitos, pese a que haya gente que insista en no entenderlo.

Hay otro delantero útil, ya son dos. Pocos. Hasta ayer solo contaba Ángel y a este Zaragoza rústico, para qué engañarse, le viene mejor el murciano, que juega de espaldas, que barre el frente de ataque sin descanso, que pone la cara, que se la parte... Le tiran el pelotazo y a jugar. Si además hace goles, apenas tendrá trabas. Si acaso las que le ponga el fútbol de su equipo. Claro que, mirado así, son muchas.