Ni con más defensas se defiende mejor ni con más delanteros se ataca mejor. El equilibrio en el fútbol no está en la acumulación, está en el perfecto acoplamiento de los jugadores de acuerdo a sus condiciones técnicas y físicas. Y alcanzado el equilibrio buscar el desequilibrio. Durante la pretemporada, Ranko Popovic imaginó un equipo con dos mediocentros muy parecidos y Aria siempre por delante. El encaje del japonés a toda costa cegó al técnico. No es que fuese una mala idea, que no lo hubiera sido si el ritmo de juego y la velocidad de ejecución de Aria hubieran sido las adecuadas, pero la práctica y la realidad las convirtieron en perjudiciales. El Zaragoza se atascó en su propia ilusión hasta que los malos resultados y las protestas airadas de la grada provocaron un cambio de dirección radical.

En ese punto está ahora mismo el equipo: jugando de una manera diferente, con un pivote con más criterio que los dos anteriores (Erik Morán) y más armado unos pasos por delante con Dorca y Diamanka, que es lo que es, pero participa mucho más que Aria. Al Zaragoza le ha sentado bien el cambio. En dos partidos no ha recibido gol y ha sacado cuatro puntos de seis posibles. No juega bonito, más bien feo pero seguro, pero si logra ser tan efectivo siempre a nadie le importará. El fin justificará los medios. Si se alcanza el fin, claro.