Siete meses en México, cuatro en Puerto Rico y uno en casa. «Uno y pico con suerte», matiza Pedro Carrillo, otro de esos aragoneses trotamundos que prefieren perseguir sueños al otro lado del planeta pagando el peaje de la distancia con su tierra. El zaragozano es entrenador de baloncesto desde hace muchos años. Pasó por la cantera del CAI, formó jugadores, incluso los tuteló, antes de unirse al equipo de trabajo de José Luis Abós. Se fue un año después de la marcha de Pepelu. Dejó de sentirse a gusto en casa y se fue a buscar futuro en Latinoamérica, entre el Golfo de México y el Caribe. «Llevo ya tres años aquí, en España está la cosa difícil. Estuve diez temporadas en el CAI, pero al final llegó una situación un poco difícil cuando estuvo Joaquín Ruiz de entrenador y ya vi que no había manera de progresar en el club. Me salió lo de México, me vine y bien, muy bien, contento».

Pedro Carrillo es ingeniero técnico de carrera, pero se dejó llevar por el corazón de las canchas. «Compatibilizaba mi trabajo con el baloncesto, pero llegó un momento en el que era imposible llevar las dos cosas y me decidí por el basket, que es mi pasión. Fui el adjunto de cantera con Benito Doblado durante tres años. Luego llegaron Willy y José Luis y me ofrecieron ir al primer equipo». Allí empezó el futuro que hoy vive en Morelia y pocos sospechaban en su infancia, cuando hacía carrera como guardameta en la Ciudad Deportiva. «Jugaba a fútbol, pero mis amigos del barrio eran de baloncesto y en verano me juntaba con ellos. Al final acabé dejando el fútbol».

No se sabe hasta dónde hubiera llegado en su progresión, pero no presume. «Estuve tres temporadas en el Amistad y cuatro en el Zaragoza. No se me daba mal, pero tampoco era una estrella. Estuve hasta los 14 años, en cadete de primer año». Le atrajo más el baloncesto de la calle y los amigos que la soledad de los tres palos. «Ya desde muy joven empecé a llevar equipos en el CBZ. Estuve diez años allí y otros diez años en el CAI».

Echa de menos a mucha gente. A su familia, claro. A sus buenos amigos también. Se acuerda de dos, sobre todo. Los que no están. «No me puedo olvidar de José Luis Abós, ni de Carlos Pardo, uno de mis mejores amigos y con el que yo empecé a trabajar en el CAI. Fue de la persona que más aprendí hasta que llegué al primer equipo, donde José Luis me apoyó a nivel profesional. También Willy Villar y Luis Arbalejo. Esas cuatro personas son las que me ayudaron a crecer en el baloncesto. Por ellas soy profesional».

«Ya sé que se llama Tecnyconta, pero todos le llamamos CAI, ¿no?», dice Carrillo cuando se le pregunta por su club. Le duele. «Ver al CAI en esta situación me entristece mucho. Cuando yo me fui, era el principio del bajón. Lo bueno que tuvo el club durante unos años fue la regularidad, con Willy de director deportivo y José Luis de entrenador. El staff técnico estuvimos cinco años. Pero ha cambiado mucho, cada año hay uno o dos entrenadores. Es mucha inestabilidad. Antes no aparecían jugadores de base y ahora que empiezan a salir con todo el trabajo que se hizo, la parte inestable es el cuerpo técnico».

Recuerda bien sus años de formación con algunos jóvenes que hoy son realidad. «Fui el tutor de los becados durante tres años. Viví con Sergi García, Simón Pursl, Nesic, Kresic, Marc Martí, Madiot, Mendicote, Ferrán… No es por alabar a la gente que estuvimos allí, pero cuando el CAI fichaba a un becado, aparte del talento baloncestístico que debía tener, nos fijábamos mucho en cómo era el chico, la familia… Todos los que estuvieron en el piso son chicos fantásticos y, obviamente, se ve lo que ha pasado. Sergi ya está en Euroliga, Marc Martí está reventando la Liga LEB y acabará en ACB, Pursl acabará en ACB, Kresic acabará en ACB… Eran gente de talento, pero ya eran unos chicos fantásticos y trabajaban muy duro, no han llegado de cualquiera manera. Eran mentalmente muy adultos, con familias fantásticas, las ideas claras y disciplina. Jamás hubo un solo problema dentro del piso».

Un proyecto brutal

Este año le ha podido hacer un guiño a aquellos días. Dirige un proyecto gigante, una academia del gobierno. «Es un proyecto brutal para todo el Estado. Me ilusionaba volver a trabajar con niños. La idea es ingresar este año 2.000 niños y en tres años 100.000. Es un proyecto a nivel de estado para todos los pueblos que busca alternativas para el entorno de vida que hay aquí. Hay mucha delincuencia, analfabetismo…». Ahí estará hasta que alguien le allane el regreso. «Claro que me gustaría estar en España, en el CAI, en la ACB, pero las circunstancias son las que son. Todos los años me surge algo allí, pero económicamente no compensa. Tiene que ser un buen proyecto».

Entre conferencias y ponencias, Carrillo instruye en el baloncesto de formación y el modelo de esa academia. No es fácil. México es un mundo bien distinto. «Están americanizados. Hay poco juego de equipo y poco orden. Juegan más uno contra uno y trabajan poco la formación con los niños. México tiene ahora una buena generación sénior con los doce guerreros famosos, pero por detrás no viene casi nada», dice este entrenador que añora la dieta mediterránea: «No está mal la comida mexicana, pero nosotros tenemos una manera de comer muy distinta. Aquí hay que cuidarse mucho porque comen mucha grasa, mucha carne, mucha pasta de harina, de maíz... No hay ensaladitas, no», concluye.