Es fácil deducir que el crédito de Raúl Agné en el Zaragoza y en el zaragocismo está viviendo un momento delicado, después de que la derrota ante el UCAM confirmara de cabo a rabo la sensación de caída en este 2017, aunque en las oficinas del club se señala esa cuesta abajo desde bastante antes. Lo difícil es establecer hasta cuándo la entidad va a esperar esta vez, porque el estado actual es de máxima preocupación y con la certeza de que la situación es delicadísima, con 20 jornadas por delante, con 27 puntos, a solo cuatro del descenso y a cinco de la promoción.

De momento, Agné sigue en el banquillo, a la espera de una reacción que, si no llega en los próximos encuentros, colocará al entrenador con la carta de despido. Lleva 14 puntos en 11 partidos, por los 13 que logró Milla en el mismo número de encuentros. El equipo zaragocista se revitalizó algo a su llegada, pero ahora tiene un aspecto cada vez peor conforme pasan las semanas y las jornadas. Así que la ley del fútbol es inexorable. Con él y con todos los entrenadores

La Liga permite pasar el límite salarial solo con el primer cambio de entrenador, el que hizo ya el Zaragoza tras el relevo de Milla. Para él contó con unos 140.000 euros, el límite que establecía la LFP y que correspondía al 80% del salario que le quedaba por cobrar al turolense. Ahora, el aumento salarial que se ha logrado se está destinando a intentar reforzar el equipo y no es la idea hacerlo en un nuevo técnico, también porque se tiene claro que el problema no es solo de banquillo sino en la confección misma de la plantilla, con claros déficits. Eso señala a Narcís Juliá, que apostó de forma personal y clara por Agné como antes lo hizo por Carreras y por Milla.

Así, lo más probable es que si hubiera un relevo en el banquillo en las próximas semanas, si la cuerda se termina por romper por el mismo lado que lo hace siempre, la solución estaría en casa, con las miradas dirigidas en César Láinez, técnico del filial.

Por encima de los fríos datos, de las tres derrotas consecutivas, de no haber marcado ningún gol en esos partidos, está la clara visión en la SAD de que el equipo se ha caído por completo en este 2017. La derrota ante el Girona fue un golpe de realidad tras los triunfos, algo engañosos por su cierta dosis de fortuna, antes del parón contra Rayo y Oviedo, pero tanto en Tenerife como en Murcia, ante uno de los equipos más débiles de la categoría, la imagen ha sido paupérrima, de una pobreza que justifica ese estado de máxima preocupación y que aumenta la idea de fichar.

Es verdad que en este Zaragoza faltan líderes en el vestuario y que Agné se ha topado con las mismas carencias que ya vivió Milla, si bien ahora su fondo de armario es mayor que hace un mes (Edu García, Xumetra, Valentín...). Pero tienen difícil explicación la insistencia en Casado, en el doble pivote con Valentín y Zapater, en darle minutos a Morán cuando se intenta su salida, en sentar a Javi Ros...

Tras el parón, Juliá hablaba solo de apuntalar el equipo en la presentación de Valentín. Llegó Edu Bedia, lo hace ahora el meta Saja, se busca un lateral derecho y también vendrá al menos un refuerzo en ataque, con Chuli como primer candidato para hacerlo. Y, lógicamente, habrá más salidas de las previstas: Popa y Juan Muñoz, que reforzará al Levante, ya son fijos en esa lista. Y Erik Morán tampoco se ha movido de una rampa de salida donde Irureta o Barrera han entrado de pleno en ella.

Con 20 jornadas por delante la sensación de desánimo y decepción es honda. Queda margen para todo, claro, pero la temporada mira más al sufrimiento por evitar una catástrofe como el descenso a Segunda B y apunta a fracaso en el objetivo de volver a Primera, una meta que, por encima de adversidades y problemas, es vital para un club ahogado por las deudas y que tiene difícil viabilidad en Segunda.