Fue más que una victoria ese 2-0 en Teruel ante el Levante. Necesitaba el Real Zaragoza levantar la cabeza, creer en algo, sostener su plan primero después de atravesar tres horribles amistosos ante equipos inferiores. Empezó por sufrir en Logroño, se oscureció en Miranda y fue zarandeado por el Villarreal B en una tarde que asustó a más de uno. La victoria frente al Levante, un equipo de superior categoría más allá de que utilizase en el bolo de Pinilla a unos u otros jugadores, pone en el camino a Natxo González, que respiró después del trompazo moral sufrido tres días atrás. Supo enseguida el entrenador el valor que tenía esa primera victoria, cuya estimación puso por encima del marcador.

La explicó pronto, en sus primeras palabras: «No es solo la victoria, es la importancia que tiene la forma de conseguirla». Se refería el entrenador al modo, a la superioridad que había mostrado el Zaragoza en las tres partes del campo. Dominó la medular a buenos ratos, generó peligro suficiente para sumar goles y apenas sufrió en defensa.

Fueron las formas, el modo elegido, al cabo el procedimiento de Natxo González, que hizo cambios de nombres y posiciones ante el Levante en busca de ese camino hacia la luz. Así, se alejó del 4-2-3-1 para aplicar un sistema que podría explicarse, por hacerse una idea, en una especie de 4-2-2-2. O un 3-3-2-2,según se mire la posición de Eguaras. Parecen muchas líneas. No lo son si la mezcla es lógica, difuminadas en la fábrica de movimientos que busca el vitoriano con la inclusión de Febas cerca de Borja Iglesias, la estelar aparición de Eguaras, a veces próximo a los centrales, algunas menos cerca de Javi Ros, o la obligación primera de los jugadores de banda de ocupar espacios interiores.

Diríase que la elección de Eguaras enriqueció las facultades futbolísticas del Zaragoza. Fue mejor en la salida del balón, mucho más limpio y sensato. Calidad y primer toque. Progresó con su posicionamiento, bien en la ayuda a los centrales con correcciones tácticas, bien en su caída hacia diferentes zonas, sobre todo el lateral izquierdo, para encontrar el primer pase. Se alivió en el desplazamiento y creció en serenidad. Desde ahí construyó el Zaragoza de González su primera victoria, en la sencillez futbolística de Eguaras. Fue el cambio más personal dentro de un patrón de ataque diferente, con Febas haciendo casi siempre de delantero junto a Borja en la primera construcción, con Pombo y Buff engañando hacia dentro para dejar aire por fuera. En esa caja de parejas que ya anduvo probando Natxo González en Boltaña ha hallado la primera ruta el vitoriano. «Debemos creer en un camino, seguirlo y no desviarnos a pesar de las circunstancias. El camino elegido nos da estas cosas, nos sirve para creer».

La inclusión de Eguaras, si es capaz de mantener el nivel de Teruel sostenido en el tiempo y el fútbol, deja la duda de Zapater, a quien nadie le había discutido la posición de mediocentro defensivo. Podría mezclar con Eguaras en un papel de alternancia u ocupar el espacio que en Teruel quedó para Javi Ros. «Lo bueno es tener diferentes características para poder adaptarte a diferentes partidos y distintos resultados. Tratábamos de tener jugadores de las mismas posiciones pero con diferentes características para que nos pudieran dar diferentes alternativas». Diferentes son, eso seguro.

El Zaragoza dibujó por fin la idea de su técnico. Van encajando las primeras piezas, se entiende que el fútbol crecerá en esa caja nacida de la obligación de los hombres de banda de no ser extremos. Lo sabe González: «La parte ofensiva siempre es lo más difícil con un entrenador nuevo, pero hay cosas que ya se están manifestando en el campo».