Me veo más en forma que nunca", dijo el viernes en Utrecht Purito Rodríguez. Y ayer, en su muro, en Huy, confirmó sus sensaciones con una gran victoria. Llegaba el español con su rodilla maltrecha, pero con el pedaleo se fue ese dolor, el de la cadera y el del codo. Y tuvo suerte, porque a 60 kilómetros de la meta, hubo una caída terrible, con tantos heridos que el Tour decidió neutralizar la carrera durante 10 kilómetros. Purito, como el resto, aprovechó el parón para refrescarse, comer un poco y acabar de perfilar la estrategia con los compañeros. Ya sabía que no podía cometer el mismo error de abril.

Por eso, estipuló que fuera su compañero Gianpaolo Caruso el que pusiera el ritmo del pelotón en los 900 metros finales, los de la verdadera subida. Y tan fuerte fue Caruso que Purito tuvo que echarle un chillido a través del pinganillo. Que levantara el pie, que fuera algo más lento, porque así tendría ocasión de demarrar con fuerza. Así la victoria era segura. Y salió desbocado. A romperlo todo. A descubrir si había alguien que pudiera seguir a un chaval de 36 años. Purito no envejece. Purito es eterno y cuando llegan muros como el de Huy, en el Tour, el de San Francisco de Asís, en el Giro, o el de Ézaro en la Vuelta, no hay valiente que pueda seguirlo, ni siquiera Chris Froome, ayer el más fuerte entre los cuatro magníficos, el que mejor se siente en cuestas explosivas.

FROOME, DE AMARILLO

Un terreno donde no acaban de encontrarse a gusto ni Nibali ni Quintana y en las que siempre tropieza Contador. Pero la batalla entre los cuatro magníficos le tiene sin cuidado a Purito. "De aquí a París habrá muchas sorpresas. De aquí a París yo puedo decir muchas cosas". Huy era la primera llegada en alto que el corredor catalán tenía marcada en rojo. Le sigue el muro de Bretaña, el viernes, y Mende, después de los Pirineos. En ese terreno es el mejor del mundo. Y es en estas subidas en las que piensa en la soledad de los entrenamientos cuando corona las montañas de Andorra, donde ha preparado el Tour. "En Andorra, a principios de la semana pasada, ya me sentí bien. Que hablen de otros. Sé cómo me encuentro".

En los últimos 25 metros escuchó la respiración de Froome. Por detrás Contador cedió 18 segundos. "Ya no notaba las piernas. ¡Pedaleaba con las orejas!". Y se sintió dichoso y desbordante de felicidad cuando consiguió el triunfo que le sirvió para vestirse con el jersey a lunares. "Gané aquí, en la Flecha, pero el Tour es distinto. Cuando empecé tenía un masajista, Gabino Ereñozaga, que me dijo: 'Chaval, un pedo en el Tour se convierte en un trueno'. Y ayer, en Huy, el trueno se llamó Purito.