La voz de Natxo González retumbó junto a las montañas del campo de fútbol de Boltaña cuando se había cumplido una hora de entrenamiento: «¡Qué coño hacemos parados!», gritó el técnico con gesto duro al mismo tiempo que detenía la primera sesión preparatoria del Real Zaragoza junto al Pirineo. Al vitoriano no le había gustado la actitud de algunos futbolistas en el ejercicio que predominó en la mañana, común ya en este verano zaragocista. Sin porterías y con Edu Bedia de comodín, se dispusieron dos equipos en la mitad del campo. El objetivo era sumar diez pases sin que el rival consiguiera robar el balón. El que lo lograba se anotaba un punto, y el undécimo toque se convertía ya en el primero de la siguiente serie. Así sucesivamente. Si se perdía, el marcador volvía a cero.

La finalidad, más allá de que el equipo practique sus recursos técnicos, es aprender a trabajar la presión, no permitir que el enemigo comience la jugada con cierto desahogo e impedir que el rival ocupe espacios interiores, desde donde el juego fluye y aumenta el número de futbolistas que intervienen con la pelota. Fue todo bien, más o menos, hasta que el cansancio, algún despiste y un momento de indolencia permitieron a un equipo sumar pases a gran velocidad en uno de los extremos. Fue cuando el técnico explotó. «El objetivo tras la pérdida de balón es apretar. Si alguno lo veo parado, lo saco del entrenamiento», zanjó Natxo.

Es obvio que vio parado a más de uno de sus futbolistas. Y si alguno se le escapó en el momento, lo cazaría después al hacer la revisión de los vídeos que el club le graba de los entrenamientos. Por ahí no van a tener escape los futbolistas este año, ya que el técnico estudia las sesiones de trabajo para saber el rendimiento de cada uno e introducir los matices oportunos. Antes y después de ese momento, el entrenamiento transcurrió con la normalidad cargante de las pretemporadas. Saltó alguna que otra chispa fruto de la intensidad, de la exigencia del entrenador. No hay roles definidos aún en el equipo si se obvia a Alberto Zapater, así que todos creen, hoy por hoy, que pueden ganarse el puesto. Hay juventud, hambre y ganas. Más allá, hay todo un equipo por hacer. Y cabe casi cualquiera en estos momentos del año en el que más de uno se gana premios.

Se sabe desde hace meses quién es Natxo González y cuál es la primera parte de su trabajo. Lo han dicho estos días sus futbolistas, lo repitió ayer Ratón: «Es por donde hay que empezar la casa, por los cimientos». Es decir, por la defensa, la línea que le permitió alcanzar los éxitos en el Reus. La portería a cero garantiza puntos en todos los partidos, además de conceder estabilidad y pausa al bloque.

Los primeros cien minutos de entrenamiento en Boltaña sirvieron para constatar cuál es la dirección que desea el nuevo técnico. Deberá refrendar su modelo en los primeros amistosos de la pretemporada, donde se empezará a adivinar el sistema y el orden defensivo que va a establecer con sus futbolistas antes de que se empiece a hablar en términos de ataque. Por ahí, con el Reus consiguió a buenos ratos dominar los partidos desde el balón. El ataque posicional y el desborde queda para más adelante. De momento, se trata de que nadie silbe cuando se pierda el balón. A morder o a la ducha.