De las espinas del 2017 al jardín en flor del 2018. El Real Zaragoza ha encontrado un camino de rosas y ahí sigue, poda que poda, recortando distancias con la zona de promoción hasta tal punto que si gana el próximo sábado a Osasuna en Pamplona se quedaría a las mismas puertas de esas posiciones de privilegio. Teniendo en cuenta que el Sevilla Atlético, colista, es el siguiente visitante en el Municipal, su salto a la fama podría demorarse tan solo un par de semanas más. No parece que tenga prisa alguna. Juega y vence con una naturalidad pasmosa, en el complicado escenario de Los Pajaritos o en el hogar contra un Lorca cadavérico. Si antes cualquiera cuestionaba su nivel competitivo, ahora le es indiferente el adversario, la meteorología, la hora del partido e incluso si comete un error defensivo importante. Se regenera sobre la dinámica de alegría y seguridad en sí mismo que otorgan los resultados y un fútbol más homogéneo, con cada cual en su papel y todos sabiéndose importantes en la nueva función.

Tacada de cinco victorias. Quinto triunfo consecutivo en casa. Todo aderezado con convicción y convencimiento. Sin duda marcado a fuego ese giro por la irrupción de los canteranos, que le dieron al equipo una magnífica y rica receta casera cuando su delgadez hacía que se le vieran los huesos. El esmirriado Real Zaragoza exhibe músculo a la vuelta de la esquina de la primavera porque Pombo, Guti, Lasure, Zapater y Delmás en menor medida que no trascendencia taparon muchas vergüenzas de un plan condenado al fracaso con figuras de mazapán. Esos mismos futbolistas de dulce formas pero poco rentables se han beneficiado también del huracán aragonés. Unos más que otros. Marcan Buff y Papunashvili. Marca Perone. Y Borja que no para después de su aciaga tarde en Soria.

En esa cadena de mejoras individuales y colectivas, Natxo González ha sido otro de los agraciados de los hijos del cierzo. Alrededor de ellos y con Eguaras a los mandos montó un rombo consistente para atacar y defender y descubrió las virtudes ofensivas de Pombo. Antes miraba en una dirección errónea pero cambió a tiempo, animado por la respuesta de los chicos y su capitán. Sin duda tiene mérito que haya sabido rectificar para reconstruir aquel quebradizo castillo de naipes y convertirlo en algo más que Cristian y Borja Iglesias, en un conjunto actualizado para luchar por mucho más que la supervivencia.

El Lorca vino a la fiesta del Real Zaragoza con traje de pana. Ni le dejaron entrar al partido. Fabri puso frente a los leones una defensa suicida que Eguaras rasgó a su antojo con finas puñaladas. Los contragolpes a campo abierto se sucedieron para plasmar las diferencias abismales entre un conjunto a toda popa y otro completamente hundido. No fue un encuentro bello, más bien fácil y de oportunidades para futbolistas que necesitaban minutos. ¿Quién hubiera dicho hace un par de meses que algo resultaba fácil? ¿Había que tener paciencia? La cuestión es que el proyecto a dos años se ha acelerado mucho más de lo que preveían sus conductores. En el Reyno de Navarra, uno de los territorios más hostiles por causas bien conocidas, lo último que va a hallar el Real Zaragoza son rosas, pero además de partidos ha ganado una bendita insolencia que le sitúa como favorito. Qué divertido, por fin.