Justamente esto es el fútbol. Sentimientos, entusiasmo, exaltación, efervescencia, emoción, grandes alegrías, grandes tristezas. Optimismo y pesimismo casi solapados como en toda actividad vital con una profunda carga de frenesí. Poca razón, mucha pasión. En tres semanas la perspectiva del Real Zaragoza ha cambiado por completo: apuntaba durante cinco meses en una dirección y, en un abrir y cerrar de ojos, se dirige ahora hacia otra de calado muy superior. Lo que será definitivamente lo constatará el paso del tiempo, el único juez inequívoco.

Con todo ese volumen de agitaciones que genera, el tobogán de la vida misma, el fútbol le ha dado al equipo de Natxo González una oportunidad estupenda de reengancharse a la pelea por atractivas metas olvidadas hasta hace nada y en plena vigencia para las últimas 14 jornadas por los méritos contraídos por el equipo en una segunda vuelta de ciencia ficción.

A Soria el Real Zaragoza llegará en una dinámica magnífica, con el estado de optimismo declarado entre sus aficionados, con un caudal de argumentos sólidos y con la confianza, coeficiente de tanto valor como un sistema de juego adecuado, por todo lo alto. Al club, al entrenador y a los jugadores, equilibristas en medio de un circo de pasiones, les toca gestionar eso. La vida en la cresta de la ola.