El Real Zaragoza vive en esta temporada en dos realidades, distintas y paralelas, que de momento no coinciden. Son la de la Liga y la de la Copa. La primera le deja buenas sensaciones a ratos en cuanto a fútbol y la impresión de tener menos triunfos de los que merece pero un balance catastrófico de cuatro puntos de 15. Y la de la Copa del Rey es la felicidad absoluta tras superar al Granada con comodidad y volver a hacerlo con el Lugo, no tanto en el marcador, pero sí en el fútbol, el pasado jueves.

Sin embargo, lo que da de comer al Zaragoza, donde se juega su futuro social y económico, es el campeonato liguero y ahí la clasificación, lo que de verdad vale, dice que el equipo circula en zona de descenso y que necesita ganar en casa, donde aún no lo ha hecho en Liga. Es más, no lo hace desde el 16 de abril pasado, cuando superó al Mallorca. De ahí la obligación absoluta de superar a un Nástic dirigido por Rodri después de que Lluís Carreras durara allí menos que un suspiro y que también está en la zona más baja de la tabla.

Tres derrotas, ante Tenerife, Alcorcón y Lugo, un empate con el Granada y una victoria en Córdoba suponen el peor arranque del Zaragoza en los 21 cursos que ha vivido en Segunda. No es pues una cuestión baladí ni un dato para olvidar. Y el discurso de las buenas sensaciones pierde fuerza conforme se acumulan malos resultados y el equipo, muy joven, se hunde en la tabla. De ahí la urgencia por reaccionar, por ganar, si puede ser sin encajar goles, algo que ha logrado el Zaragoza en Copa, en los dos partidos, pero que no consigue en Liga. Lo dicho, dos realidades paralelas.

Natxo González también pide a los suyos aprovechar mejor las ocasiones que generan, que son varias en los partidos, y es vital que su equipo disminuya los errores atrás, las faltas de concentración que tanto le están castigando en forma de goles. Al Zaragoza le está costando asimilar el libreto de Natxo, un estilo que se reveló muy efectivo en el Sant Andreu, en el Alavés y en el Reus. Con todo, tras solo cinco jornadas y con una revolución muy amplia en la plantilla, la paciencia se impone en el club y en el propio técnico, pero los resultados deberían llegar ya.

EGUARAS O ROS / No cuenta el preparador vitoriano con uno de sus fijos en defensa, Grippo, lesionado en el Antxo Carro y esperará a hoy para dar la citación, quizá para jugar al despiste, aunque no se esperen muchas sorpresas. Los que no jugaron en Copa o tuvieron menos minutos, como Benito, Ángel, Verdasca, Zapater, Buff, Toquero o Borja parecen fijos. También Cristian Álvarez en la meta. Y Mikel González, que ya tuvo más de una hora ante el Lugo el jueves, seguiría en el eje de la zaga, esta vez junto a Verdasca. ¿Febas? Tanto el viernes como ayer se entrenó con el resto y sin molestias en el recto anterior, por lo que su regreso se ve seguro. La única duda parece en el medio, en la pareja de Zapater, donde Eguaras tiene ventaja sobre Javi Ros, que jugó casi completos los dos duelos ante el Lugo, el de Liga y el de Copa, donde fue relevado en el descuento.

El Nástic ha arrancado con dudas pero es un equipo que tiene velocidad arriba, en Omar Perdomo y Delgado, y un delantero con oficio para la categoría, como Barreiro. Con Rodri, segundo técnico zaragocista en la época de Raúl Agné, el cuadro tarraconense se protege más en su esquema que lo hacía con Lluís Carreras y esta noche recupera a un central titular, a Suzuki.

EXZARAGOCISTAS / Además de Rodri, vuelven exzaragocistas como Abraham y Uche, aunque ambos de suplentes, mientras que Dongou aún está recuperándose de su lesión de rodilla para ver si se le hace ficha o no. Al Nástic se le da bien La Romareda, con tres triunfos en seis visitas en Segunda, pero el Zaragoza necesita ganar para que su realidad liguera empiece a coincidir con la de Copa, para que el fútbol tenga relación con los resultados también en la Liga. Si no es así, la presión aumentará.