-Usted es todo un referente futbolístico por sus logros deportivos en Perú y por lo que consiguió en el Real Zaragoza. ¿Se lo siguen recordando?

-Cuando voy a un evento deportivo o a un programa de televisión me presentan al público como exjugador del Real Zaragoza y campeón de la Copa del Rey. Imagínese el prestigio que supone para mí y para el pueblo de Perú. Le dan la importancia que realmente merece. He sido de los pocos peruanos que han conseguido triunfar de esta manera en España.

—No todo el mundo ha conseguido dos trofeos de alto prestigio en el fútbol europeo.

—Si le digo la verdad, me considero todo un privilegiado. En mi casa guardo con mucho amor las miniaturas de trofeos de la Copa del Rey y un cuadro gigante que me regaló un amigo. Fue la primera Copa que conseguí. Ante el Celta de Vigo. Nunca me canso de recordar aquello por todo lo que ha supuesto para mí.

—Aquella mítica Copa del gol de Xavi Aguado.

—Exacto. Fue la Copa de Xavi Aguado. Todos ayudamos a conseguirla, pero Xavi nos la bajó del cielo. Se elevó como un santo. Parecía que Dios le estaba levantando con toda su fuerza. Todos estuvimos fantásticos aquel día, pero Xavi fue el protagonista. Levitó y nos dio la Copa.

—¿Cómo fue aquella temporada 2000-01 para los futbolistas?

—Estuvo repleta de emociones. Fue como un carrusel. Nos salvamos del descenso en La Romareda, justamente contra el Celta. Recuerdo que nos expulsaron al Loco Esnáider. Imagínase la tensión; nosotros, con un hombre menos y en casa. La gente estaba cagada y conseguimos el empate final. Y encima luego fuimos campeones de Copa ante un equipo que jugaba muy bien al fútbol como lo era aquel Celta.

—Encima lo hicieron desde la sorpresa. ¿Era el Celta el favorito para aquella final?

—Nadie daba un centavo por nosotros. La prensa daba al Celta casi por ganador y, ciertamente, ellos eran superiores. Pero en ningún momento se creyó en la derrota. Teníamos que lucharlo, porque así es la genética de este equipo. Uno de mis recuerdos más cariñosos fue la poca gente que se desplazó en comparación con la gente del Celta. Nos superaban en número, sin embargo la animación de la hinchada zaragocista fue extraordinaria. Los superaron. Solo se les escuchaba a ellos.

—¿Cómo de importante es el apoyo del zaragocismo en esos momentos de alta dificultad?

—Aquel Celta tenía un equipazo, era una plantilla de Champios League. Recordábamos en aquel vestuario que todos esos zaragocistas que acudieron a La Cartuja de Sevilla nos dieron la fe necesaria para creer. Si ellos lo hacían, nosotros teníamos que hacerlo. Posiblemente no hubiéramos ganado si no hubiera sido con su esfuerzo detrás.

—No solo rompieron una vez con las previsiones, sino que luego derrotaron una vez más a la lógica tras ganar al Real Madrid. Volvieron a ser héroes.

—Es que lo repites en alto y no te lo crees. Vencimos al Madrid. ¡Al de los Galácticos! Al de Beckham, Figo, Roberto Carlos, Raúl o Zidane. Pero fue totalmente merecido. Estuvimos sublimes. No era sencillo estar todo el partido a tal nivel, porque para conseguir vencer a aquel Madrid no solo era necesario marcar goles. Había que estar en tensión y leer muy bien cada etapa del partido.

—Sin embargo usted no llegó a jugar esa final de la Copa del Rey del 2004.

—¡Fue por culpa de Cani! No ingresé al campo por el canijo. Yo ya estaba calentando para entrar, el cambio se iba a hacer. Estaba listo para entrar al césped... Pero no sé qué hizo Cani con Guti y Víctor Muñoz me dijo que siguiera calentando. Menos mal que Cani se marcó un partidazo. Luego le di un abrazo. Es un fenómeno.

—Aguado en La Cartuja y Galletti en Montjuic. Parece ser que cada Copa tiene que tener un jugador divino.

—Estaba en el banquillo junto al Hueso. Galletti había sido titular durante casi todos los partidos, era una estrella. Pero antes del partido de la final de Copa se me acerca el Hueso y me dice «no voy a jugar la final, qué desgracia y encima contra el Real Madrid. En el partido que más ganas tenía», yo le toqué el hombro y le transmití tranquilidad. Le dije «tú vas a entrar y meterás el gol que nos dé la Copa. Te lo juro». El Hueso ingresó al campo e hizo historia. En cuanto entró la pelota hice la carrera más larga del mundo. Del banquillo a la celebración, fui el primero que salté. Corrí tan rápido que Ben Johnson a mi lado no era nada.

—¿Cómo se vive en un grupo de jugadores las semanas previas al partido de sus vidas?

—Todos queríamos jugar la final, pero jugase quien jugase íbamos a estar satisfechos. Aunque no juegues, te sientes partícipe de ese encuentro porque todos pusimos nuestro granito para vivir aquel día. Más que un equipo éramos hermanos. Nos contábamos todo y podíamos hacer bromas de todo tipo porque sabíamos que era todo con cariño. Esto fue lo que nos llevó al éxito.

—¿Cómo vivió el Real Madrid su derrota en la Copa?

—Fíjese si les sentó mal que ni nos felicitaron. Únicamente Raúl González. Fue el único jugador del Real Madrid que se acercó a darnos la enhorabuena por el triunfo y a desearnos suerte. El resto del equipo del Madrid, nada. Ni mirarnos. Raúl era todo un señor.

—El Real Zaragoza estuvo inconmensurable en defensa.

—Hicieron un partido genial, pero para Gaby Milito fue especial, porque era su día. Todos nos jugábamos algo, pero él más. Era una final de Copa y ante el Real Madrid, yo le dije que este partido se lo había puesto el destino. Jugó como un ángel. Álvaro, Cuartero, Láinez... Todos fueron gigantes.

—¿Qué diferencias encontró entre las dos finales de Copa del Rey que venció?

—La diferencia entre ambas Copas del Rey fueron dos distintos momentos y las plantillas de ambos. El Celta era un grandísimo equipo, pero el Madrid era otro nivel. Tenían los mejores futbolistas del mundo. Todos daban por favoritos al Real Madrid, como era normal. Nosotros estábamos tranquilos. Éramos un equipo de perfil bajo, pero teníamos claro que íbamos a dar mucha guerra. Se trataba del partido de nuestras carreras y creo que no se pudo haber jugado mejor.

—Cuando usted era un chaval no hubiera soñado tener tanto éxito en el fútbol español.

—En mi época, para salir de Perú al fútbol competitivo tenías que pasar por Argentina o poner rumbo a Brasil. Después debías de hacer una buena Copa Libertadores y, así, ganarte un billete hacia Europa. Era así. Pero pasar del Sporting de Cristal al Real Zaragoza era algo prácticamente impensable. Siempre ha sido un equipo seguido y reconocido en mi país. La verdad es que hicieron un esfuerzo por ficharme. Encima contaba con el aval de Sigi. Uno de los mejores jugadores en la historia de Perú y exzaragocista.

—¿Mantuvo una buena amistad con ‘El Sol de Perú’?

—Mi padre es un gran amigo suyo. Son del mismo barrio y pasaron mucho tiempo juntos. Cuando fiché por el Real Zaragoza vino Pep Sigi a recogerme al aeropuerto. Fue muy bonito porque desde el primer momento me daba ánimos para que triunfase en el Real Zaragoza. Es un hombre al que le tengo mucho aprecio, es una persona muy bella.

—¿Recuerda cómo se desarrolló el proceso para que el Real Zaragoza le fichara?

—Había unos empresarios belgas que me vieron jugar en la Copa Libertadores, en el año 1999. Fue una de mis mejores temporadas, cuando empecé a jugar con la selección de Perú. El profe Maturana me ponía de central y cogió un día y me dijo «te tengo que poner de lateral por la derecha». Yo le decía que era central, y él me insistía. Al parecer el motivo era que habían venido a verme desde España, del Zaragoza. Entonces no me supo tan malo jugar en el lateral.

—¿Cómo le sentó el cambio de posición?

—Me pusieron ahí por mi físico. Yo no soy el clásico central europeo de gran altura. No soy muy alto, y decían que los laterales tenían mejor salida en el mercado extranjero. Así que yo me dejé asesorar.

—Llegó a Zaragoza bajo una gran expectación. ¿Cómo recuerda aquellos días?

—Pues en poco tiempo ya me di cuenta de la gran repercusión que tenía el Real Zaragoza en esta sociedad. En mi presentación ante los medios de comunicación me llegaron a preguntar si yo iba a ser el central con ese tamaño. Les respondí que para algo me habían contratado. Teníamos a Aguado, Jémez, Lanna, Sundgren... Fíjese cómo es la vida, que acabé jugando en la posición de central.

—Habituó a ser compañero de Paco Jémez en la zaga blanquilla.

—En la época de Paco Flores, en Segunda División, jugué la mayoría de partidos de central junto a Paco Jémez. Me decían que midiendo 1,77 metros cómo iba a llegar a los balones altos y a las coberturas. Pero sabía moverme bien en el campo y entendía bien lo que iban a hacer los delanteros.

—¿Qué suponía llegar al Real Zaragoza para un jugador extranjero?

—El Real Zaragoza era un equipo que daba respeto por toda Sudamérica. Sabías que era un club que iba a cumplir con su palabra. Era legal. Además, era llamativo lo que suponía para los rivales jugar contra el Real Zaragoza. Sabían que era sinónimo de problemas. A nadie le gustaba visitar La Romareda ni tenernos en su casa. Eso lo siguieron demostrando la generación de los Milito.

—¿Cuál es el jugador que más le impresionó en su etapa como blanquillo?

— El jugador que más me ha impresionado ha sido Cani. Como persona y futbolista. Lo he visto crecer y después como ha crecido en el Villarreal. También David Villa, ese chico tenía algo especial. Con el Real Zaragoza ya demostró que era un pedazo delantero.

—¿Sigue al Real Zaragoza en la actualidad?

—Daría todo para que el Real Zaragoza estuviera en Primera. Hice un vínculo con el club irrompible. Aún mantengo relación con muchos jugadores de aquella época y con muy buenas personas que conseguí.

—¿Le gustaría volver a estar con sus antiguos compañeros?

—Quiero ver a César Láinez. Charlar con Cuartero, a ver si ya se ha cambiado el Toyota rojo ese que tenía hace tantos años. Espero darle un abrazo a Garitano, y ver si Santi Aragón sigue llevando la misma ropa elegante. Al pobre Santi lo chinchábamos por cómo vestía. Iba siempre bien, como un dandy. Cuando hacíamos las parrillas en casa del Toro Acuña íbamos todos de ir por casa y él siempre iba de capitán. Era un jugador respetado. Tengo muchas ganas de estar con ellos.

—¿No ha vuelto a Zaragoza desde que se marchó del club?

—Muero por ir a Zaragoza. No sé cómo reaccionaré, si me pondré a llorar o estallaré de alegría. Quiero ver cómo está todo ahora. Si la ciudad ha cambiado mucho o todo sigue como antes. Poder regresar me llenaría mucho. Creo que me iré a hacer los mismos caminos que hacía habitualmente, sobre todo por Gómez Laguna, donde vivía. O Montecanal, donde pasé mis últimos años.

—¿Qué le deparó en su vida una vez que abandonó Zaragoza?

SEmDPasé por Grecia y me volví a Perú. Tras retirarme me ofrecieron participar en un programa de baile que tenía fines sociales. A mí me pareció una buena idea, pero les advertí que bailo de oído, solo era un hobby. No tengo apenas sentido de coreografía. Pero no me fue nada mal el concurso.

—¿En qué consistía aquel programa de baile?

—Era un concurso de baile en el que participaban famosos de la sociedad peruana. Bailaban con una pareja que no era conocida, pero que tenía el sueño de colaborar con alguna causa solidaria. Semana a semana se votaba por quién lo hacía bien o mal. Muchas veces no se elegía al que mejor bailaba, sino al que más cariño le tenía la audiencia.

—¿A usted le votaban por cariño o porque bailaba bien?

—Yo creo que era por las dos cosas. No movía mal el esqueleto. La competición que gané fue la Final de El Gran Show. Fui el mejor de los mejores.

—Campeón de Copa y campeón de baile en Perú. Es usted polifacético.

SEmD Me lo dicen mucho. Si soy sincero he sido un afortunado por tener la oportunidad de triunfar. Simplemente he sido el elegido para esto. No puedo estar más orgulloso.

—¿Qué hace ahora Miguel Rebosio?

—Estoy involucrado en diversos proyectos sociales. Para mí es un orgullo que por el nombre me llamen para formar parte de iniciativas para ayudar. El cariño de la gente es algo maravilloso.

—¿Se siente realizado de todo lo que ha conseguido como futbolista?

—Todo chico que empieza a jugar a fútbol en Perú sueña con estar con su selección y poder volar hacia el fútbol europeo. Yo tuve la suerte de hacer ambas cosas. Han pasado 14 años y todavía mantengo el contacto con mucha gente maña. Soy feliz por haber ayudado a agrandar la leyenda del Real Zaragoza.