A Pombo se le quedó grabado a fuego en el 2015 aquel gesto señorial del Real Zaragoza. Acababa de romperse el ligamento cruzado y el menisco y el club, por nobleza y porque veía condiciones en el jugador, le ofreció la renovación. Ahora, cuando su aparición en el primer equipo ha sido fulgurante, aquel guiño de confianza ciega ha sido decisivo para su ampliación de contrato. Aquello y su corazón zaragocista.

Como en una partida de póker, con riesgo cierto de perder, Edu García esperó todo el verano para ver si la puerta de La Romareda se abría de nuevo para él. Jugó sus cartas y ganó. Hoy es un futbolista muy útil y leerle es una delicia por la profundidad de sus palabras y por su madurez.

A Pombo y a Edu García el corazón les late blanquillo. Su prioridad absoluta era seguir y regresar, respectivamente. Por encima de todas las cosas. Fueron negociaciones sencillas. Pero no siempre es así: entornos distintos, influencias, decisiones... Ahí está el ejemplo de Sergio Gil.

Tras ellos llega el caso Raí. El brasileño no ha querido firmar la renovación, a pesar de que las condiciones de la propuesta son buenas. Pide más. Hace unos meses era un jugador mimado por la SAD. Hoy ha surgido un punto de fricción. En el Zaragoza ha de jugar el que quiera jugar, tan simple como eso. Pero cada negociación exige una gestión, una respuesta y un nivel de flexibilidad en función del escenario financiero, el presente y la expectativa, en este caso grande. Hay que ganar jugadores de futuro para la causa, no perderlos. Que quieran estar, pero si la fe en ellos es ciega, como en Pombo o Raí, a nada que se pueda, ganarlos.