Hace ocho años Mikel González volvió a respirar. La Real Sociedad se impuso al Celta de Vigo en un partido que cambió la historia reciente de la escuadra txuri-urdín. El luminoso mostraba un 2-0, señal inequívoca de que eran de Primera División. Tras el partido se sucedieron las celebraciones, los desenfrenos y los actos protocolarios, todo bajo un clima distinto. De liberación. Porque aquella generación fue la que devolvió a la Real a su hábitat natural. «Cuando ascendí con la Real Sociedad más que alegría cogí tranquilidad ya que también estuve cuando se bajó. Más que como una celebración me lo tomé como una responsabilidad que me quité de encima», relata el central del Real Zaragoza.

Aquel ascenso les resucitó. La Real tomó vida con un principito llamado Griezmann y un santo chileno conocido como Claudio Bravo, pero también contó con una armada de chavales de la casa deseosos de ascender a su equipo. Carlos Martínez, Ion Ansotegui, Xabi Prieto, Gorka Elustondo o Mikel González, firmes representantes del fútbol de la base. Ahora el defensa central de Mondragón es todo una figura llena de cicatrices. Fiel representación del zaguero clásico esculpido en el balompié norteño y que ahora tiene ante sí un «reto mayúsculo».

Cuando firmó por el Real Zaragoza se separó de su amado equipo de San Sebastián. Mikel González quiso probar el fútbol fuera de su casa y lo hizo volviendo a aquella categoría tan insípida para los equipos de gran linaje. La última vez que la pisó fue como un joven central de la Real, ahora lo afrontará con la misma actitud férrea de cuando tenía 24 años. «No entiendo esto de otra manera que no sea involucrándome al cien por cien y desde que he llegado así lo he hecho. Ahora que estamos en el playoff el objetivo es subir y sería un puntazo y una alegría brutal», relata Mikel.

A por el segundo / El Real Zaragoza se encuentra sumergido en la ilusionante fase de promoción de ascenso. Son días en los que la ciudad luce diferente, momentos de esperanza descontrolada. «La ilusión que se percibía, sobre todo al final, en la gente y la afición. Anoeta estaba lleno y se notaba también cuando salíamos fuera a jugar en los desplazamientos. Eso lo veo en Zaragoza también. Esa unión entre todos es clave para conseguir el objetivo y creo que en eso vamos en el buen camino».

Su punto de vista es desde la veteranía. Uno de los pilares del vestuario, no solo por su garra y coraje vestido de corto, sino por su labor instructiva a lo largo del curso y ese elevado compromiso que atesora. Si algo caracteriza a este equipo es el poso que tiene, pese a ser una plantilla de mucha juventud. «Somos de los equipos más jóvenes de la categoría, pero he visto un equipo muy maduro a la hora de afrontar cada momento, tanto cuando estábamos mal como bien. Estos días también lo que se respira es buen ambiente y concentración. Veo un vestuario muy maduro», comenta Mikel.

De ese ascenso con la Real ya queda muy poco en pie. Tan solo los recuerdos de aquella tarde de junio inolvidable. Han pasado ocho años y Mikel ha vivido permanencias, clasificaciones para competición europea y hasta ha jugado en Old Trafford. Ahora ha vuelto al barro, a los orígenes. El central vasco tratará de sumar su segundo ascenso a su currículum con un grupo integrado por gente de la casa, con ambición y ganas de devolver al club a la élite. Una historia que él ya conoce.