Es un secreto a voces pero las autoridades de Río de Janeiro y el Comité Olímpico Brasileño (COB) se niegan a admitirlo: la organización de los Juegos Olímpicos del 2016 está al borde del fracaso más absoluto. Falta un año y un día para que 10.500 atletas y 480.000 turistas acudan el 5 de agosto a disfrutar del mayor evento deportivo del planeta y solamente tres de los 27 proyectos olímpicos están acabados.

Sin embargo, la idea de reconocer públicamente las dificultades por las que atraviesan los preparativos está completamente descartada en un país que sufre los efectos de la crisis económica y que lleva gastados 10.144 millones de euros; es decir, unos 2.177 millones por encima del proyecto original.

Con el recuerdo de las protestas contra el Mundial de fútbol, celebrado en el 2014, y conscientes de la necesidad de acallar los rumores, los miembros de la comitiva brasileña en los Juegos Panamericanos de Toronto del pasado mes de julio difundieron una imagen interesadamente optimista sobre los avances.

Basta con observar una de las fotos aéreas del Parque Olímpico de Barra de Tijuca, sede principal de los Juegos, con 15 instalaciones y 23 competiciones deportivas. A pesar de la insistencia del gobierno de Río de Janeiro en asegurar que todas las estructuras están "al día" en cuanto a su construcción, algunas de ellas ni siquiera podrán ser testadas antes del estreno oficial del 5 de agosto. Es el caso del Velódromo Olímpico de Río, un monumental edificio con un presupuesto de 31 millones de euros y una capacidad de 5.000 espectadores que albergará las pruebas de ciclismo en pista y que no estará acabado para la prueba de mayo del 2016.

Otro tanto ocurre en el Parque Radical, que acogerá las pruebas de aguas bravas, bicicleta de montaña y bicicleta BMX, cuyas instalaciones ni siquiera tienen plazo de entrega definido cuando deberían estar concluidas en el último trimestre de 2015. "No tienen ni idea de cómo harán funcionar el circuito de aguas bravas a tiempo, la situación está fuera de control y, si llegan, será de forma muy precaria", confesó uno de los arquitectos vinculados al proyecto.

Además, estructuras como el Estadio Olímpico Joao Havelange, el cual albergará a 60.000 personas durante las pruebas de atletismo, fueron presentadas como finalizadas cuando importantes errores estructurales en su diseño provocaron su cierre en el 2013 y obligaron a una reforma urgente de 17 millones de euros, la cual solamente concluirá en mayo del 2016.

LAS CONSTRUCTORAS

Un hecho que se relaciona directamente con los atrasos en muchas de las obras es que todas las constructoras implicadas en el desarrollo de las instalaciones de Río 2016 (Odebrecht, Andrade Gutierrez, OAS y Queiroz Galvao) se encuentran envueltas en el escándalo de corrupción de Petrobras. La detención de muchos de sus directivos provocó la suspensión temporal de algunos de los contratos, lo que se tradujo en huelgas de obreros y retrasos aún mayores en las construcciones.

En estos momentos, 11 proyectos vitales para Río 2016 están siendo investigados por la justicia brasileña para esclarecer si hubo desvíos de fondos públicos, algo que podría haber ocurrido, por citar un ejemplo, en la construcción del Centro Olímpico de Tenis, cuyo presupuesto inicial aumentó en casi 7 millones de euros sin motivo aparente alguno.

A pesar de las declaraciones del ayuntamiento de la ciudad y el Comité de Río 2016 de celebrar los Juegos más transparentes hasta la fecha, los detalles del contrato del Parque Olímpico de Barra da Tijuca y el balance financiero de 2014 no han sido divulgados hasta la fecha.

El caótico tráfico de Río de Janeiro, considerado el tercero más congestionado del mundo, y la violencia endémica que rige en las favelas de la ciudad, auténticos feudos del narcotráfico, también estarán presentes durante el evento. A pesar de los proyectos de transporte rápido resulta poco probable que la ansiada línea 4 del metro esté disponible durante el evento.

Precisamente, el pasado 11 de julio un hombre fallecía a consecuencia de tres disparos durante un atraco en una céntrica estación de metro de la ciudad en plena hora punta. Un episodio que recuerda los momentos más oscuros de la ciudad y señal de la oleada de violencia que azota Río en los último meses. Una situación que la organización intentará combatir con 85.000 agentes de seguridad entre policía y ejército, el doble de efectivos que tuvo Londres 2012.