Alberto Contador hizo madrugar a sus gregarios en una quedada muy especial. A las 8.30 horas en punto se dio la salida en el Parque Grande a un cortejo de más de cien ciclistas con maillot especialmente confeccionado para la ocasión. Se trataba de acompañar al líder del Tinkoff hasta el Alto de Jaulín y de disfrutar de su presencia en un agradecido acercamiento a ese ciclismo proletario de este deporte que representan los cicloturistas. Para muchos fue una jornada inolvidable en la que pudieron pedalear a cierta distancia para evitar riesgos con un ciclista curtido y adornado por triunfos en el Tour, el Giro y la Vuelta.

En las curvas de la carretera se le podía ver abriendo la marcha con una soltura impropia de su ciclismo de competición. En el pelotón había una rara amalgama de participantes. Había gente curtida en mil batallas domingueras y también bicicleteros de escaso fondo, sublimados por el carisma del excepcional líder que abría el cortejo. Saskia, una jovencita ciclista de trece años vino desde San Juan de Flumen para estar junto a su ídolo. Llegó al avituallamiento de Jaulín, se recompuso y volvió a Zaragoza. Mereció la pena porque pedaleó enfundada en sus calcetines Tinkoff de ribete amarillo muy cerca de su ídolo.

LA SUBIDA

En la subida al puerto de Jaulín no hubo batalla, simplemente un toque de ritmo por parte de Contador fue suficiente para que el cortejo se convirtiera en un rosario. Era lo previsto. No hubo tampoco ningún espontáneo que saltase al ruedo desluciendo la amigable jornada. En la cima, ante el monumento a la Virgen de Dorleta, patrona de los ciclistas españoles, el protagonista de la jornada hizo una ofrenda de flores y descubrió una sencilla placa que certifica su peregrinación popular en el día de ayer. Ante el monumento que promovió Adolfo Bello, ya con la homologación del mejor ciclista español del momento, nueva sesión de fotos y autógrafos. Todos quisieron inmortalizar esta jornada en su historial de ciclistas de fin de semana. Contador, con extraordinaria paciencia, lo admitió todo.

El descenso, siempre en cabeza para evitar riesgos, fue rápido. Al llegar a la carretera de Valencia las cosas cambiaron. El ritmo se avivó y la marcha cicloturista pasó a ser algo más que una procesión de globeros. Los menos preparados iniciaron quince kilómetros de sufrimiento, a mil por hora, con la nariz pegada al manillar, en un empeño de seguir el rebufo del grupo. Cuando conseguían el objetivo aparecía una rotonda con su inevitable látigo y vuelta a empezar en la persecución. Alguno abandonaba, otros elevaban sus pulsaciones por encima de lo fisiológicamente autorizado en estos casos pero se sentían satisfechos de la proeza de ir a rueda de otros que se suponía pedaleaban al dictado del dictador. Seguir el ritmo de Contador bien merecía un pequeño colapso cardíaco. El objetivo de la marcha de promover la prevención del ictus no parecía muy claro, pero un día es un día.

Pero la guinda de la mañana fue ese repecho traidor a un kilómetro de meta que hace que salten piñones, platos y que se cruce la cadena. Llegó en la cuesta de La Legión (Parque de Atracciones) con su desnivel superior al quince por cierto. Un auténtico muro en el que la pedalada ágil de Contador se lo tomó como un refrescante helado mientras la comparsa estiraba el cuello hasta la altura de la montaña rusa del parque de atracciones. El personal pasó el mal trago como pudo. Otros, menos entregados por la causa y más castigados por los efectos de la cena solidaria que la víspera se vivió en La Mafia se sienta a la mesa, decidimos tomar el atajo del carril bici del canal. Ya se sabe, desde sus inicios el ciclismo siempre ha tenido sus tramposos y ayer algunos lo confirmamos.

SECUELAS DE LA CAÍDA

En el Parque Grande nueva sesión de fotos y autógrafos con rúbrica insólita: en cascos, en pósters, en maillots, en bidones... Finalmente Alberto Contador tuvo que ser rescatado de tanto fiel admirador, mientras que las secuelas de su caída en la Volta aconsejaron que solo hiciera acto de presencia en los Piccolinos Solidarios y se marchara sin dar la charla que estaba prevista en esta prueba de pedaladas infantiles.

"Ha sido una mañana estupenda. Me lo he pasado muy bien. Ha sido un día de esos en los que disfrutas de estar con la gente. Espero volver en otra ocasión a Zaragoza", dijo el ciclista antes de marcharse de Zaragoza.

Después se metió en su coche de tuneado ciclista y partió hacia un retiro espiritual que debe ponerle a tono para disputar el Giro de Italia que arrancará el nueve de mayo en San Remo. En San Juan de Flumen (Huesca) esperará Saskia verle ganar por televisión en los durísimos Dolomitas, con una habitación decorada al completo con su póster, su maillot de La Mafia se sienta a la mesa y su bidón, debidamente autografiados con un indeleble de trazo grueso. Subir a Jaulín mereció la pena.