Si tiempo atrás más de uno pensaba que ir al Mini Estadi a firmar el ascenso en la última jornada era buen negocio, visto el partido del Barça B el pasado sábado en El Molinón se puede afirmar que el cierre de la Liga en el terreno de juego azulgrana es una trampa mortal. El equipo de García Pimienta, nuevo entrenador, le dio un repaso al Sporting de aúpa. Le dominó, le bailó, le ganó. Quiere decir que es otro equipo, como el Zaragoza fuera de casa, donde suma tres adefesios consecutivos. Por ahí viene una preocupación enorme si se advierte que todo, absolutamente todo, puede ir en función de lo que sea capaz de ganar dilatado por el corazón de su gente.

La afición zaragocista sí se deja las entrañas todos los días. Y no ocurre nada. O sí. Igual pasa que gana partidos como el último en casa ante el Sporting, donde se dejó la vida por 3 puntos que valen un potosí. Nada que ver con la imagen que ha dejado en las últimas semanas cuando no juega bajo el abrigo de su gente. El repaso rápido sirve para explicar la angustia que viene: perdió bien perdido en Vallecas, donde cambió radicalmente de cara respecto a desplazamientos anteriores; se encontró un punto de regalo en Reus pese a empezar ganando el partido para que no hubiese excusa; y fue anulado ayer en el Carranza por desdeñoso.

Había margen de error antes de pasar por Cádiz. Ya no queda. El terrible partido del Zaragoza lo ha dejado solo un punto por encima del séptimo clasificado justo en el momento en el que se arremolinan a su espalda algunas temibles fieras como el Osasuna y el Valladolid, que pasará por La Romareda en dos domingos a jugarse los cuartos. Los cuartos son las semifinales del playoff que el equipo de Natxo González busca en este rendimiento desigual del último mes. No parece el mismo en casa que fuera porque no lo es. Si cuentan que Vallecas y Cádiz son dos de los estadios más difíciles de la categoría, no mienten. Tampoco es fácil ganar al Huesca o al Sporting una docena de partidos después mirándole procaz a los ojos.

Por ahí vienen las oscilaciones de un equipo que ha empezado a flaquear en traslación. Dijo su entrenador, otra vez, que necesitaría el balón su equipo si quería conquistar Cádiz. No lo tuvo, se puede imaginar. Fue tan calamitoso como en Vallecas o Reus. Más o menos, para gustos los disgustos. Exhibió los mismos problemas en la circulación con la evanescencia de Eguaras, un futbolista que sufre un eclipse total cuando el rival decide darle importancia a su figura, la natural por su posición y condiciones. Lo secó en Cádiz Perea como ya lo hicieron en tardes anteriores. Ni él ni su entrenador han encontrado una solución que urge como otras ahora que empiezan a faltar piezas y fuerzas.

Quedan solo tres partidos, aún no salen las cuentas. Debería restarse la última jornada por lo visto y explicado. En cuanto a lo anterior, o sea Albacete y Valladolid, con 6 puntos dicen que bastará, con 4 que debería de bastar, pero que con 3 vienen con el mazo. Con el mazo dando y a La Romareda rogando.