Son estos los momentos que definen al zaragocismo. Siempre con esa personalidad tan característica. Eternos soñadores, aunque no haya una razón aparente. Por la mente de cualquier seguidor blanquiazul siempre merodea esa convicción de que el mañana va a ser mejor. Puede que no tengan motivos reales, pero a fantasear no les gana nadie. Ahora es tiempo de primavera, un periodo futbolístico donde habitúan a florecer las ilusiones, donde se gestan los momentos inolvidables.

El Real Zaragoza está, quizás, ante uno de los capítulos más relevantes de su historia reciente, y la hinchada del león lo sabe. Por eso la emblemática calle Eduardo Ibarra se ha convertido en un hervidero de aficionados que buscan de adquirir un billete hacia la Primera División. Ayer se vendieron cerca de 2.200 entradas, además se sumaron los cerca de mil abonados cuyo abono no está domiciliado, que confirmaron su asistencia.

Aquella frase que espetó el capitán, Alberto Zapater, y que tanto ha repetido Ander Herrera, sintetiza la agitación social por el equipo: «El Zaragoza será lo que quiera su gente», decía el ilustre zaragocista. Durante la madrugada de ayer ya se acomodaron en la entrada de las oficinas del club un nutrido grupo de seguidores. Por delante tenían casi ocho horas de espera, pero les daba igual. Todo es poco con tal de adjudicarse una localidad para el duelo en Los Pajaritos. Las entradas volaron, incluso para muchos madrugadores que se presentaron ahí a las 7.00 de la mañana y que se marcharon de vacío. En apenas unas horas se terminaron los 414 tickets que el Numancia envió al club. Una cifra escasa ante las necesidades del zaragocismo.

Las aglomeraciones se prolongaron durante todo el día, con filas que resultaban casi eternas en el horizonte. La gente fue concienciada para el largo tiempo de guardia que tenían por delante. Aunque unas horas no son nada en comparación con el periodo que llevan suplicando por vivir un momento así, bien sabe de paciencia esta afición. Aquellos que plegaron sus hamacas y recogieron los sacos de dormir cedieron el testigo a los que guardaban sitio mientras desayunaban. Algunos se impacientaron, ya que llegaban tarde a trabajar por hacerse con un trozo de papel con el que esperan llegar al cielo. Entre bocadillos, piernas cansadas y una ilusionante penitencia al sol se fue terminando la tarde, donde también acudieron los abonados que no tienen su abono domiciliado. De los cerca de 6.000 aficionados bajo este régimen de pago han retirado su entrada en torno a un millar. Estos formaron una fila distinta, la que se organizó desde las taquillas del estadio zaragocista y que llegó hasta la puerta 17. Una muestra más del fervor que se ha desatado entre el público.

Imparables / A lo largo de toda la tarde se prolongó esa hilera de gente en las oficinas del club. De hecho, la tienda tuvo que posponer su horario de cierre habitual (20.00) para atender a muchos seguidores que todavía esperaban con ansia su momento.

Ahora es inevitable. El zaragocismo ya está ilusionado y a esto solo lo detiene la falta de aforo. Se estima que casi la totalidad de los 16.000 de aficionados que tienen domiciliado su abono acudan al estadio, por lo que todavía queda mucho papel por vender para el encuentro de vuelta que el Zaragoza va a disputar frente al Numancia de Soria en La Romareda el próximo sábado. Las interminables colas y las ganas por disfrutar de un ascenso que sería histórico hacen presagiar que los creyentes blanquiazules harán lo que mejor saben, aupar a su equipo hacia lo más alto.