Era eléctrico, tenía un cañón en la pierna izquierda y una pasión por el fútbol que supo transmitir como pocos en La Romareda, un estadio que enloquecía de júbilo cuando lo veía subirse a las vallas para celebrar el éxtasis del gol. Pese a unos inicios un tanto inestables, el gol de falta que dio al Real Zaragoza su tercera Copa del Rey, ante el Barcelona en 1986, lo convirtió en leyenda. Es Rubén Sosa, 'El poeta del gol' que sigue amando la ciudad en la que se hizo hombre.

--¿Dónde está Rubén Sosa?

--Estoy en Montevideo. Tengo una escuela de fútbol con quinientos niños que se llama 'Alegría alegría' y estoy de ayudante técnico en el Nacional de Montevideo.

--Estiró su carrera hasta el 2005, casi hasta los 40 años. ¿No ha perdido nunca la vinculación con el fútbol?

--Nunca, nunca. El fútbol es mi vida. Yo terminé la carrera en Nacional y me quedé como ayudante del cuerpo técnico, dentro del club para siempre. Estoy disfrutando de lo que me dio el fútbol y trasladando lo que sé a los niños. Me gusta mucho entrenar a los chicos y soy entrenador de delanteros. De cómo patear al arco creo que algo sé (risas).

--Han pasado muchos años, 25 desde que se fue, pero en Zaragoza se le recuerda.

--Lo sé. Fui al cumpleaños del Real Zaragoza (75 aniversario) y me encontré con muchos compañeros, con la hinchada... Ir a Zaragoza es siempre como volver a casa. Tengo una hija aragonesa, una hija de nombre Pilar, que la llamamos así precisamente por la Virgen del Pilar, y cada vez que voy a Europa paso un poquito por Zaragoza.

--Aterrizó en el fútbol español en 1985. ¿Recuerda cómo fue su llegada a Zaragoza?

--Mi llegada a España fue rara. Apenas tenía 18 años. Dijeron: "Viene un uruguayo a jugar, pero es que es un niño". Aunque yo llegaba con muchas ganas de jugar al fútbol, para mí era una pasión. Tuve la suerte de tener un entrenador como Luis (Costa) que se atrevió a ponerme siempre. En los partidos no andaba bien, pero él siempre me decía que estuviera tranquilo, que tenía condiciones. Poco a poco las cosas fueron mejorando hasta que ganamos la Copa del Rey. Para mí ganar esa Copa fue como ganar el Campeonato del mundo.

--Quizá por ser tan joven se le quedó tan marcada esa etapa.

--Claro. Yo era muy chico y llegué a un país nuevo y a jugar en un campeonato muy distinto. Nosotros, aquí, jugamos al fútbol como en el potrero, como en la calle, y nos falta la forma física. Yo pensaba: "Yo tengo la técnica. Si me entreno como los europeos, ya tengo todo". Así me fue bien. También por la pasión por el fútbol que tengo.

--En Sudamérica tuvo varios apodos, pero a Zaragoza llegó como El poeta del gol

--Bueno, porque era como un poeta que inventaba cualquier gol, que componía cada vez uno diferente (risas). También me llamaron Speedy González por la velocidad. En Uruguay, desde que debuté con la selección con 18 años, me llamaron El Principito. Ya jugaba el Enzo (Francescoli), que le llamaban El Príncipe, y a mí me quedó El Principito para siempre.

--Su periodo de adaptación fue muy difícil. ¿Qué supuso la figura de Avelino Chaves?

--Avelino fue mi papá en España. Me conoció en un partido que me vino a ver a Argentina. Hablaba mucho con él, yo era muy niño y los diálogos eran como entre un padre y un hijo.

--Un sabio del fútbol, un hombre muy tranquilo con gran capacidad para transmitir las cosas.

--Sí, sí, transmitía muy bien, pero es que, además, cuando te explicaba las cosas, era como si las hubiera vivido. Es un libro del fútbol. Lo que me decía él, era eso o eso. Lo quiero mucho.

--¿Todavía tiene el cañón en la pierna izquierda?

--Lo tengo, lo tengo (risas). Eso va a quedar siempre. Cuando entreno a los delanteros, tiro desde fuera del área y les digo: "Mira cómo se mueve el balón" (risas). También les inculco que eso hay que entrenarlo, que uno puede nacer con un disparo fuerte pero hay que entrenarlo mucho. Hay que quedarse después de los entrenamientos a mejorar tu tiro.

--En España tardó 12 jornadas en mostrar esa zurda. Fue en Santander, coincidiendo con el partido 1.000 del Zaragoza en Primera.

--Sí. Yo llegaba como un goleador impresionante. Había debutado a los 15 años en Primera, pero me encontré con un campeonato físicamente muy fuerte, con estadios llenos que me emocionaban. Aunque me costó adaptarme. Yo veía que los jugadores europeos estaban cuadrados y yo era muy chiquito. Por eso me queda también el agradecimiento al entrenador, porque supo esperarme.

--Su rendimiento mejoró y explotó en un partido de semifinales de Copa con dos goles al Real Madrid en La Romareda (2-0).

--Me acordaré toda la vida. Tengo que buscar ese partido para grabarlo, es inolvidable. La Romareda me entusiasmaba, con la gente tan cerca... Gritabas el gol y tenías a la hinchada ahí cerquita para festejar con ella.

--¿Recuerda que se subía a las vallas de La Romareda?

--Sí, sí. ¡Yo era un loco! Me sentí siempre como un hincha más, de los que están al otro lado y quisieran estar en la cancha. En La Romareda disfruté mucho más eso.

--Entre tanto no paraba de jugar a las máquinas de marcianitos.

--Sí, mucho. Me servía para evadirme un poco del fútbol. Eran las playstation de antes. Me gustaban también el pool (billar) y el futbolito (futbolín).

--La final de Copa de 1986 ante el Barcelona también dejó huella, entre otras cosas porque el Zaragoza llevaba entonces 20 años sin ganar un título.

--Mire, a mí me gustaba siempre mirar la televisión a ver los hinchas que iban y cuando vi las imágenes de nuestra hinchada saliendo de Zaragoza, me dije: "No puedo defraudar a esta gente". La gente salió muy de mañana en tren, con los bocatas y todo... ¡Era una fiesta! Me entusiasmó tanto que quería salir para el estadio y aún faltaban como cinco o seis o horas.

--Luego llegó el gol, en esa falta lejana que lanzó con la zurda, rebotó en el exzaragocista Pichi Alonso y acabó en éxtasis. No fue su gol más bonito.

--Ahora lo recuerdo como uno de los más bonitos porque fue un título (risas). Si no tiras a puerta no puedes hacer gol.

--Bonito o feo, quedó en la leyenda del zaragocismo.

--Lo sé. Teníamos un equipo bárbaro, con Señor, Pardeza, Cedrún, Pedro Herrera, que era como un hermano que me aconsejaba en todo... Sentí que el Zaragoza era un equipo para salir campeón y lo logramos.

--¿Se acuerda de la plaza del Pilar el 21 de abril de 1986?

--Impresionante. No se terminaba el mar de gente... Esas imágenes, esos sentimientos, cuando dejas el fútbol te emocionan más. En su momento lo disfrutabas, pero enseguida ibas a otra cosa. Ahora estoy recopilando mis goles y digo: "Madre mía qué goles, cuántos goles".

--¿Recuerda algún gol especial de su etapa en el Zaragoza?

--En Zaragoza hice algunos lindos de tiro libre. En La Romareda, además, eran tan sentidos por el estadio... Cuando estoy melancólico, me los pongo en la tele, pero no tengo ninguno favorito.

--De la Recopa 1986-87 queda un partido inolvidable ante la Roma en La Romareda. Remontaron el 2-0 del Olímpico y pasaron en la tanda de penaltis contra Boniek, Giannini, Ancelotti y compañía.

--Sí, sí. Paró Cedrún varios penatis en la tanda final si no recuerdo mal (fueron los dos últimos ante Boniek y Giannini). En esa época teníamos muy buen equipo y Zaragoza, como ciudad, se merecía un equipo así y estar tan arriba.

--Luego en semifinales de la Recopa se encontraron con el Ajax...

--(interrumpe) ¡Qué Ajax! El Ajax de Van Basten, Rijkaard y todos aquellos fenómenos. Empezamos ganando, pero perdimos (2-3). Me acuerdo de que tenían un equipazo y de que cayó una lluvia impresionante. No se podía jugar.

--Cuando fue traspasado al Lazio, se marchó triste. Incluso solía regresar a Zaragoza a menudo.

--Sí, tenía una casa ahí, en Las Lomas, cerca de la carretera. Y siempre estaba con ganas de volver. Zaragoza me dio mucho. Tenía una familia muy amiga y luego la ciudad es maravillosa, muy familiar y muy futbolera, con un estadio hermoso como La Romareda. Siempre que puedo, vuelvo. Le tengo un cariño enorme, Zaragoza me dio un empuje enorme en mi carrera. Haber estado allí tres años, hacer goles y marcharme como ídolo es algo que queda para siempre.

--¿Hace cuánto que no vuelve a Zaragoza?

--Ya desde el cumpleaños no he vuelto. Estuve en Milán el año pasado haciendo un curso de entrenadores y quería ir, pero no me dio tiempo. Aunque este año voy a pasar, seguro, veré a los amigos e iré a La Romareda, claro, ese estadio chiquito y acogedor. Una vez me acuerdo que ganábamos 1-0, faltaba poco para terminar y pateé el balón fuera del estadio. ¡Imagínese!

--¿Sigue al Zaragoza?

--Sí. Sé que no le va bien en los últimos años. Ojalá que levante un poquito. A ver si vuelvo pronto y estoy allí un par de semanas.

--Casualmente, ha coincidido esta etapa mala del Zaragoza con el mejor momento de la historia del fútbol español en lo que se refiere a la selección.

--Hay unos jugadores fantásticos. España ahora es siempre la favorita, la selección a la que todos quieren ganar. ¡Hasta nosotros nos matábamos por ganarle hace poco un amistoso!