ubén Sosa, quien como delantero destacó en Europa en las décadas de los años 80 y 90, tuvo que vivir un "momento melancólico" con varios amigos en el que recordaron historias de la infancia para tomar el coraje de escribir 'El Principito. Una vida consagrada al fútbol con alegría'.

"Me decían que la gente tenían que leerlas, así que me dije: vamos a hacerlo, pero vamos a hacerlo bien", explicó Sosa en entrevista con Efe a propósito de las historias que tejen la autobiografía escrita por su amigo Luis Nieto que la editorial Planeta lanza hoy en Montevideo.

Para Sosa, actual entrenador de delanteros del Nacional y director de una escuela de fútbol infantil en Montevideo, lo destacado del libro es que es la "historia de vida" de un niño de barrio humilde con muchos problemas económicos que "nunca pensó que jugaría en el Inter de Milán, y lo logró".

Llegar a los niños que quieren triunfar en el fútbol y ayudarlos a que "no pierdan la ilusión" son dos de los objetivos que persigue con su libro 'el Principito', apodo con el que Sosa fue conocido en la época en que era 'el Príncipe' su compatriota, el habilidoso centrocampista Enzo Francescoli.

El exjugador del Lazio y el Inter de Milán), del Real Zaragoza y el Logroñés, y del Borussia Dortmund, dijo que jugar en Italia entre 1992 y 1995 fue un sueño hecho realidad dado que en aquel momento el Calcio era, en su opinión, el más difícil.

"Creo que el paso por España fue muy bueno, pero mi ilusión en aquel momento era el Calcio. Era el fútbol más difícil y los hinchas son muy apasionados", aseguró el montevideano de 49 años.

Describió su paso por el Real Zaragoza, entre 1985 y 1988, como el de su explosión como futbolista.

Recordó con especial cariño el gol del título de la Copa del Rey de 1986 que le marcó al Barcelona en la final jugada en el estadio Vicente Calderón, de Madrid.

"Ese gol me hizo explotar como futbolista. Creo que me enchufé al partido cuando por la mañana prendí la televisión y vi a la afición del Zaragoza que iba a Madrid con los bocatas, las camisetas y contentos y pensé que no podíamos defraudar a aquella gente", rememoró.

Como buen delantero que de goles vive, otro tanto por el que siente predilección es el que anotó a Argentina en la fase final de la Copa América de 1989, una edición de la que fue elegido como el mejor jugador.

Ese golazo comenzó con él partiendo desde la mitad de la cancha con el balón atado a las botas.

En la obra que repasa su carrera se incluyen varias historias "de vestuarios, de contratos", y muchas anécdotas propias de la vida de un deportista de elite que se crió en el humilde barrio de Piedras Blancas en Montevideo.