Jürgen Klopp recibió una pregunta atlética. ¿Quién ganaría una carrera entre su futbolista Mohamed Salah y el legendario velocista Usain Bolt? El entrenador alemán buscó la mirada cómplice de Salah. La entrevistadora de la BBC sabía que la comparación era imposible, pero buscaba la respuesta ingeniosa de Klopp: «Si hablamos de 100 metros, obviamente la ganaría Usain. Pero si les das un balón, entonces la victoria es de Mo».

Salah entra a la vista por su endiablada velocidad. Ese era su papel en el Chelsea de Jose Mourinho, donde apenas jugó 13 partidos. Un revulsivo, un jugador muy rápido que salía alguna segunda parte y cuyas carreras generalmente no terminaban con unas buenas decisiones. ¿Cómo se ha convertido ahora en un depredador de goles sin salir nunca del extremo derecho?

La puntería de Salah ya mejoró en Roma, pero Klopp le ha hecho definitivamente feliz. Le ha dado una confianza enorme. Siendo el futbolista africano más caro de la historia no empezó la temporada como el indiscutible del tridente. En la segunda jornada de la Premier, Mané y Firmino fueron los titulares que repitieron y Salah el que dejó su plaza a Sturridge. El egipcio les ha adelantado sin preguntar. La prueba definitiva se capta en Anfield. Si preguntas si echan de menos a Coutinho, la respuesta, además de negativa, incorpora a un egipcio en la trama.

Salah se marchó de Anfield el martes con la chaqueta en el hombro. Le preguntaron al hombre que tuvo la necesidad de venderlo el pasado verano, Monchi, director deportivo de la Roma: «Había que vender sí o sí por el control de la UEFA. Cuando llegué, la oferta era de 30 millones y al final logramos que fuesen 50 con bonus». A ritmo de millón por gol, ya suma 43. Salah tiene cetro, trono y corona, es el nuevo faraón de Anfield.