La carrera de Jorge Miramón cambió en un instante. Justo en la previa a un encuentro que enfrentaba al Reus frente al Nástic de Tarragona. Un encuentro bañado de una incipiente rivalidad geográfica, además de ser toda una batalla por evitar el descenso. Las lesiones de Alberto Benito y Joan Campins abrió una vacante en el lateral diestro y Natxo González, por aquel entonces técnico rojinegro, decidió alinear al zaragozano. «Me dijo, ‘Tranquilo, tienes las cualidades para hacerlo bien’», relató el futbolista del Huesca en una entrevista para este medio. Desde ese momento no ha abandonado el carril diestro hasta terminar por desembarcar en la máxima categoría del fútbol español. Una trayectoria por el camino difícil.

Hay futbolistas que llegan a lo más alto por la vía fácil y otros —la inmensa mayoría— no tienen esa fortuna. Miramón fue uno de esos jugadores que sobresalían en las categorías inferiores del Real Zaragoza, incluso solía jugar de titular él en vez de Ander Herrera. El paso de las temporadas no favorecía el crecimiento del centrocampista aragonés, que tuvo que partir hacia equipos del intrafútbol español. Tras pasar por el Lleida y lograr el ascenso a Primera en Leganés llegó el momento del despegue. En Reus. Un lugar ideal para curtirse, pero donde jamás imaginó poder despegar de la forma que lo hizo. Fue ubicado en el lateral diestro por Natxo González y se asentó bajo las órdenes de Aritz López Garai. Él le otorgó la confianza para poder agigantarse en un puesto muy alejado del centro del campo, pero donde rindió a un nivel extraordinario durante el curso pasado.

Miramón fue considerado uno de los mejores laterales diestros del pasado curso en Segunda. Jugaba como si hubiera desempeñado esa labor desde la infancia. Una capacidad que le llevó a formar parte del proyecto del Huesca en la máxima categoría. Fue uno de los primeros futbolistas con los que se contactó y las negociaciones resultaron rápidas. Era la oportunidad por la que tanta piedra había picado.

No fue la primera vez que había saltado al verde de Ipurua, ya lo había hecho con la camiseta del Lleida. Fue hace seis años y era Segunda B. Una muestra de cómo ha cambiado todo. Era su primer partido en la máxima categoría, un debut parejo al del resto de su equipo. Suelto, liberado y con un imperial desparpajo. Miramón completó una actuación notable en una demarcación donde lleva jugado algo más de una temporada.

Fue todo un acontecimiento para el zaragozano. Muchas temporadas de crecimiento lento, viendo que el techo estaba en la Segunda. Pero un momento puntual, un parche en el lateral diestro, le cambió el futuro. A sus 29 años está degustando el dulce sabor de la élite, prueba de que nunca es tarde para triunfar.