He vivido las duras imágenes de tu traslado a prisión, Sandro. Sentí pena por tu familia. No te engañaré, estos días he sido muy duro contigo por el tema de la Acción de Responsabilidad. Creo que te lo mereces, por el terrible error que cometistes, desde el odio, rencor y revancha, con la cobardía propia de Pilatos. Todos podemos cometer errores, pero eso no lo contemplabas en tu ideario y elegistes oír y alentar el coro de palmeros que te impulsaban como el Messi de los dirigentes.

Nunca olvidaré al Sandro adolescente que fichamos (como a Jan) para el Sant Andreu. Entrañable, divertido, amable, que soñaba ser futbolista de élite. Tu vida fue creciendo y coincidimos en alguna ocasión en la oficina olímpica de Barcelona- 92, cuando yo era jefe de comunicación de Telefónica.

Siempre nos alegró reencontrarnos. Coincidimos en la campaña electoral a la presidencia del Barcelona que presidía Jan, mi amigo (no digo común, porque nunca lo fuisteis). Ganaste, y pasó lo que yo ya intuía, que no acabaría bien. Me dijiste: «A Jan se le está yendo la olla». Te propuse, y aceptaste, tener con él una reunión secreta en mi casa para resolver las diferencias, pero Jan no quiso porque dijo que habíais hablado y aclarado todo, y se escenificó ante los medios de comunicación. Se equivocó Jan, y poco tiempo después, decidiste utilizar los cuchillos.

A partir de ese momento te desapareció la sonrisa limpia, se te endemonió la mirada y te afloró el veneno por las venas. Me dijiste: «Mado, no quiero ser presidente, lo que quiero es echar a ese hijo de p...». Definitivo. Te cegó tu objetivo de destrozar lo que oliera a Laporta y a Cruyff. Preferías santificar un pasado casposo que aprovechar el extraordinario legado que recibiste. Caíste en rabietas y utilizaste información descalificadora, generando mucho daño; te creíste un ser superior e impune. Saltaste por la alambrada de los fugitivos dejando en tu lugar a alguien que te impostara.

¿Sabes, Sandro? Deseo de corazón que puedas demostrar de manera nítida que eres inocente, que la justicia sentencie inequívocamente que estás exculpado y salgas del horror en el que te hayas inmerso. Si no es así, que pagues la pena que te corresponda. Por lo que respecta a la Acción de Responsabilidad, medita. Sé que ahora es difícil, aunque así puedes palpar mejor el sufrimiento que se causa a las familias; recupera tus buenas intenciones por archivadas que las tengas y pide perdón a todos. No será un acto de humillación, pedir perdón también es de valientes, y diles, si quieres, a tus amigos (¿lo son todavía?) de esta negra aventura que se vayan del club, sin ruido, sin mentiras, para que el futuro vuelva a estar cerca e ilusione.

Me permito pedírtelo con la esperanza de que puedas salir pronto de esa celda y que cuando llegues a casa y tus hijas pregunten: «Papa, ¿has ganado?» puedas responder emocionado y orgulloso: «Hijas, hemos ganado todos».

No quiero morirme si tener esa comida contigo y con Jan, que nos riamos, nos abracemos y pongamos fin a la larga pesadilla que diseñaste.