Cuando se lesionó Alberto Benito, apareció más de un agorero para poner el grito en el cielo. El exjugador del Reus, se pensaba, no tenía recambio semejante en la plantilla, ni los sistemas de Natxo González iban a funcionar sin el catalán en el campo. El Zaragoza, al parecer, se quedaba sin la piedra angular del ataque, por su importancia en la elaboración, en la asistencia, incluso en la definición... No se creyó en Julián Delmás, por consiguiente, que ya había hecho un estupendo partido en su estreno con el primer equipo en Tenerife, donde demostró que en poco más de una hora puede un canterano de raza convertirse en futbolista profesional.

No se tuvo fe en él, sobre todo, porque en esta tierra casi nunca se cree en los muchachos de la casa, aunque no se les haya visto jugar ni media vez. Media docena de partidos después, el Zaragoza puede presumir de tener un pedazo de lateral que quiere quedarse en casa «toda la vida». A este zaragozano no habrá que explicarle pues qué es La Romareda, por dónde respira la gente o qué significa llevar el león en el pecho. Era el minuto 93, había llegado cien veces a línea de fondo, y seguía, y seguía.

Con un par de narices ha entrado Julián en el Real Zaragoza, que lleva años, diríase siglos, buscando un lateral derecho. Ahora, de repente, tiene dos. Alberto Benito, que pareció desde el día 1 titular indiscutible, volverá pasado mañana con la obligación de jugar una barbaridad para recuperar su puesto. Delmás le ha adelantado en menos de un mes. Es más intenso en defensa, muerde siempre, se lo deja todo... No entiende el fútbol de otra manera. En ataque percute con intrepidez, arrojo, casi rabia. En la línea de ayer, ni siquiera habría que discutir sobre la calidad de uno y otro. Compromiso se llama.

Ahí abajo disfruta, dice, no siente presión alguna. No la notó, desde luego, en Sevilla, donde completó un partidazo en todas las facetas. Lo remató con dos pases de gol a Borja Iglesias, el primero de ellos simplemente maravilloso, al primer toque, con rosca, desde lejos, sin dar opción a la defensa. El delantero, delanterazo, no perdonó. Si llega a marcar el gallego aquella que el guardameta local le mandó al palo, quizá el ariete habría salido en carroza de la capital andaluza. Un hat-trick no es poca cosa, por mucho que a Borja se le adivinen unos cuantos dentro de ese corpachón. Pero el Zaragoza, que fue más punzante sin Buff y Ángel en el campo, no completó la remontada pese al empeño de Delmás.

Da escalofríos pensar que este joven de 22 años lleva tiempo esperando su oportunidad. Se la dieron a otros. A Isaac, a Fran, a Feltscher, a Campins, a Marc Bertrán, a Fernández... Vaya nombrecitos. Todo un despropósito que nunca se explicará. El fútbol ha sido esta vez justo en Zaragoza poniendo en el escaparate a Delmás, el muchacho que dice que idolatraba a Puyol, el espejo en el que se miró. No es de extrañar viéndolo jugar a fútbol, con arrojo, ímpetu, profesionalidad. Siempre atento, siempre concentrado, siempre dispuesto a dar una carrera más por su Zaragoza. En el penúltimo minuto aún puso un centro después de correr la banda por enésima vez. Nobleza y valor de este aragonés que jugó un partido de bandera. El chaval Julián se graduó ayer en zaragocismo. Enhorabuena, señor Delmás.