Hace nueve años que anunció su retirada como profesional, pero se mantiene como la tenista aragonesa en activo más importante, a la vez que una de las voces autorizadas de este deporte en la comunidad. Le avala su experiencia, un decenio largo viajando por las pistas del mundo, 35 títulos en el Challenger, dos Nacionales absolutos, un trofeo júnior en Roland Garros e innumerables conquistas por equipos. Tuvo una aparición estelar cuando aún era una niña. Sus condiciones físicas innatas, su pasión por la raqueta, la convirtieron en la tenista aragonesa más joven en conquistar el Campeonato de Aragón absoluto. También ha sido la más mayor en lograrlo. Lo hizo por primera vez en 1986 con 13 años. Repitió hace solo unos días, con 39. En estos 26 años, Eva Bes le ha dado la vuelta a su vida un par de veces para acabar en el mismo sitio. Más de un cuarto de siglo después, Eva Bes no encuentra relevo generacional. Esa situación ayuda a mantener vivo su tremendo espíritu competitivo, consciente de la enorme satisfacción que se esconde detrás de cada triunfo. Aunque le apena su liderazgo cuando mira al otro lado de la cancha. «Por un lado estoy muy contenta por el título. Siempre es una satisfacción ganar, y más con la edad que tengo. Por otro, me siento un poquillo así porque me da la impresión de que no se están haciendo las cosas bien. No salen niñas y debería haber ya un cambio», dice la zaragozana.

SIN ENTRENAR / Algo no marcha, desde luego, cuando nadie se atreve a acabar con el reinado de Bes, mucho más si se tiene en cuenta que ella ni siquiera se considera una tenista en activo. «No me dedico a jugar al tenis. Hago aquí los entrenamientos con el equipo, soy la capitana y me ha dado mucha motivación entrar en el equipo de los veteranos. Vamos a los Mundiales, participo en los campeonatos de España de veteranos... Todo eso me hace estar un poco activa. Juego un día o dos por semana, me mantengo en forma, me cuido mucho, voy a correr, pero no hago los entrenamientos que hacía antes». Hace nueve años que anunció su retirada del tenis profesional, convencida de apartarse de su vida anterior. A su matrimonio le siguió una etapa en la que se alejó del tenis. Asqueada, se entiende. «Cuando dejé de jugar, estaba saturada del tenis y aproveché el boom del pádel. Como se me daba bien, podía seguir compitiendo, y lo pasaba bien sin tanta presión. El pádel me permite mantenerme en competición. Me gusta competir, que es lo que he hecho toda mi vida».

Esa decisión que parecía el final solo fue un punto y aparte. Su pasión por el tenis la arrastró como en sus comienzos en la pista. «Empecé con 9 años en El Olivar. Entonces, las niñas tenían que hacer gimnasia rítmica y los niños, fútbol o tenis. Yo hacía gimnasia y me parecía aburridísimo. Lo que quería era ir con mis tres hermanos. Como ellos daban clase, me metí con ellos y así empecé. Enseguida se me dio muy bien. Mis padres me apuntaron a la escuela y fuimos subiendo categorías hasta que con 12 años destacaba claramente y Frodi me llamó para jugar en el Club de Tenis, más especializado».

Su carrera siguió con el citado triunfo a los 13 años y una progresión imparable que le llevaría a Barcelona unos meses después. Los siguientes 20 años los resume con sencillez casi lacónica. «Estuve jugando ya en el circuito WTA hasta los 30 años. Entonces me casé y... la cagué. Había decidido dejarlo y estuve tres o cuatro años sin jugar al tenis. Cuando me separé, me volvió a entrar el gusanillo. Volví a sentirme bien y encontré una manera de evadirme. Ahí recuperé en gran parte la esencia de mi vida después de estar tres o cuatro años en los que no me apetecía nada jugar».

Antes de que llegara esa etapa más bonitos de su carrera al proclamarse campeona de España absoluta en su ciudad, en el 2001 en el Stadium Casablanca. El primer Nacional lo había levantado con 18 años en Tarragona en 1991. Entonces ya se había retirado Chris Evert, que siempre le llamó la atención. «Me gustaba mucho por su tenis y también porque me parecía femenina», dice Bes, más apegada, no obstante, a las verdades terrenales que a los ídolos. «En realidad yo jugaba al tenis porque se me daba bien. Si se me hubiera dado mal, no me habría gustado».

Es la realidad que marca a algunos niños que tienen la suerte de encontrar el deporte correcto para expresar su talento. «Me acuerdo de pequeña lo bien que me lo pasaba jugando. Un día incluso me meé en la pista de la risa », explica entre carcajadas, al tiempo que admite que el tenis es y ha sido su vida, casi su universidad. «Lo que me queda es todas las vivencias que he tenido, de viajes y de conocimiento de mundo. Eso no te lo puede dar una carrera de medicina o de abogado». Por eso ve claro su futuro: «Voy a jugar siempre», dice segura.