La vida ha dado un vuelco espectacular para Sergio García en el último año. Desde aquel 9 de abril del 2017 en el que se vistió con la chaqueta verde que le acreditaba como ganador del Masters tras un apasionante desempate con el inglés Justin Rose, García regresa a Augusta, escenario del primer título importante de la temporada, como defensor del título. Pero también como un jugador totalmente en paz consigo mismo en un campo en el que nunca, hasta hace unos meses, se sintió a gusto y del que llegó a renegar.

«No soy lo suficientemente bueno ni tengo lo que es necesario para ganar», soltó cargado de frustración en el 2012. Ahora esa frase queda como una anécdota. «¿Si estaba frustrado entonces? Dije lo que pensaba en ese momento. Luego pensé que debía esperar mi momento y llegó el año pasado. Fue algo increíble».

A sus 38 años, el jugador castellonense ha dejado atrás todas las prisas que le perseguían por la falta de un major en su palmarés. También lo hace feliz como nunca por el reciente nacimiento de su hija Azalea (el 14 de marzo), fruto de su matrimonio con la estadounidense Angela Atkins. Con ambas ha viajado a la peciudad de Georgia, al selecto Augusta National, donde florecen las azaleas que inspiraron el nombre de su pequeña.

«Seguro que estaré nervioso porque soy el defensor del título, todo un honor. Las sensaciones son muy especiales. Me encuentro bien y confiado. Pero si ya es difícil ganar uno, no les digo dos consecutivos», admitió García, que competirá en el torneo junto a otros tres españoles: Jon Rahm, Rafa Cabrera-Bello, otros dos nombres a tener muy en cuenta durante la semana. Y Olazábal.

El de Sergio García será uno de los nombres de la cita que empieza hoy y en el que los ojos estarán centrados en el regreso de Tiger Woods a Augusta, el torneo que lo catapultó a la cima (cuatro victorias: 1997, 2001, 2002, 2005) y al que no acude desde el 2015. Tiger ha superado cuatro operaciones de espalda.