Hace ya mucho tiempo, cuando el verano apretaba de lo lindo, el CAI Zaragoza apostó toda su suerte a una carta. A Esteban Batista. Al final, la cuerda se ha roto mediado septiembre, al menos de momento. Han sido más de dos meses de un culebrón que empezó a gestarse cuando Miralles rechazó la oferta del club (era la primera opción entonces para acompañar a Henk Norel en la pintura porque la del pívot uruguayo ni existía).

De un día para otro, el CAI se ha quedado sin su sueño, sin ese mirlo blanco aparentemente inalcanzable pero que estuvo realmente cerca de firmar este pasado miércoles. El club, el Efes Pilsen y el jugador, que ha sido todo voluntad por favorecer el trato, cerraron un acuerdo verbal con intención de rubricarlo a la mañana siguiente. Fue entonces cuando el millonario equipo turco rompió la baraja pidiendo más dinero del pactado por la cesión por un año: algo más de 400.000 euros de una ficha superior al millón. Inmediatamente, el CAI se retiró de la negociación ante el embuste de su interlocutor y activó el fichaje por un mes prorrogable a un año de Joseph Jones, JJ, una mole estilo Schortsanitis pero de bolsillo, y con el que el acuerdo es total.

¿Por qué ha esperado hasta tan tarde el CAI a Batista? Porque todas las señales indicaban que su contratación iba a culminar en éxito y la calidad de un jugador así lo merecía sobradamente. Era una ocasión irrepetible por el dinero que tiene la entidad. Un Audi a precio de Ibiza. Y no. No hay ni había otro Batista por 400.000. Así que JJ llegará al CAI y, mientras, el uruguayo dejará el Efes. El americano tiene un mes para ganarse el sitio. Si no, habrá movimientos (¿o ya los hay?) con los descartes de la NBA o, quizá, ay, ay, ay, con el último capítulo de regateos por el Gran Bazar de Estambul...