—Tras el retorno a Primera sufrieron una temporada muy convulsa y complicada, ¿qué sucedió?

—Hasta diciembre, que fue el cese de Marcelino, fue un año difícil. Se iba a reforzar el equipo y no se hizo como parece que el cuerpo técnico quería, hubo bastantes problemas e hicimos una primera vuelta bastante mala. Después vino Aurelio Gay de entrenador y vinieron siete jugadores en el mercado de invierno. Nos dieron mucho aire, nos ayudaron mucho, reaccionamos y logramos la salvación.

—Marcelino apostó muy fuerte por usted pero fue destituido, ¿cómo le afectó?

—Personalmente afecta porque es un entrenador que confió en mí, sabía cómo trabajaba, lo que te pide y que te deja las cosas claras. La sensación que tengo de mi paso por el Real Zaragoza es que el primer año y medio como yo había venido con Marcelino, cuando se fue era como que no estaba comprometido. Empezó la gente a criticarme y a pitarme. El último año y medio fue mucho más duro en ese sentido porque la afición la tomó conmigo pero son cosas que pasan. Ese año y medio fui uno de los capitanes, estuve muy comprometido, siempre estuve disponible para jugar y, evidentemente, uno podrá rendir más o menos en el campo, pero no se me podrá achacar el compromiso con el club hasta el último día.

—¿Le dolieron los pitos y las críticas?

—A ningún jugador le gusta que su propia afición le pite, sobre todo cuando está dándolo todo e intentando hacerlo lo mejor posible. Entiendo que mi forma de jugar siempre ha sido de extremos, o te gustaba mucho o te podía desesperar. Con lo que siempre estoy muy tranquilo es con que siempre he dado lo máximo en todos los clubs en los que he estado. De hecho, en el Zaragoza más porque fui uno de los capitanes. La gente de fuera muchas veces se guía por sensaciones y no es conocedora de lo que pasa en un vestuario.

—Cumplió los tres años de contrato que firmó y dejó el club, ¿cuándo notó que era el momento de cambiar de aires?

—Mi etapa en el Zaragoza terminó porque quise ya que me ofrecieron renovar un año más, pero no lo vi claro. No estaba del todo a gusto y decidí irme. Mi sensación era que no estaba cómodo. No tenía nada pero a última hora me salió la oportunidad de ir a Grecia y de vivir una experiencia en el extranjero.

—¿Qué valoración hace de su paso por el Real Zaragoza?

—Muy buena. Hasta este año he seguido viviendo en Zaragoza. Desde mi salida jugué al fútbol tres años más en Grecia, Bélgica y en el Cádiz y siempre he mantenido mi casa de Zaragoza. Le tengo muchísimo cariño, tengo muchos amigos y estuve tres años allí muy contento. No tuve suerte en el sentido de que viví tres temporadas en las que se empezó a gestar lo que es ahora es el club. Quizá no fue el mejor momento, pero es un club señor.

—¿Con qué momento se queda?

—Con el ascenso y, sobre todo, lo que siempre recordaré es la salvación contra el Levante. Ese día fue espectacular, la gente demostró que lleva al Zaragoza muy dentro, estaba Valencia inundada de zaragocistas y el estadio parecía La Romareda. Ese apoyo y ese sentimiento es muy bonito. Fue emocionante porque ir fuera de casa y ver a toda la gente era una barbaridad. Eso demuestra que cuando se necesita de verdad, la afición está porque quiere a su club.

—Aquel partido sigue señalado por su presunto amaño.

—Solo hay que ver las imágenes para darse cuenta de que fue un partido completamente normal. Se lleva mucho tiempo con este tema y no han sido capaces de demostrar nada y quedará en eso, en nada. Como futbolista que jugó y participó en ese partido, no hubo nada.