En una de las ediciones más locas del Abierto de EEUU hay un elemento de cordura: Pablo Carreño Busta. Porque la lógica y la razón dicen que es el momento de que el mundo del tenis descubra a un chico de 26 años tan completo como desconocido para el gran público. La semifinal de hoy ante el sudafricano Kevin Anderson (22 h), su primera en un Grand Slam, es su oportunidad para darse a conocer.

—¿Se han asentado ya las sensaciones de haber alcanzado su primera semifinal de un grande?

—En el momento en que pasó estaba muy emocionado, apenas podía controlar mis sentimientos. Ahora estoy ya un poquito más tranquilo, menos eufórico, más calmado. Lo veo como lo que es: algo muy importante para mi carrera, muy difícil de conseguir. Le doy mucho mérito a lo que estoy haciendo.

—¿Hay nervios?

—Nervios no. Llevo muchos años luchando, porque esto no ha sido nada fácil ni lo será en los próximos años, pero lo que siento es orgullo por todo lo que estoy consiguiendo. Estoy contentísimo no solo por mí, también por mi familia, que los tengo muy lejos desde los 15 años, y por toda la gente que me ha apoyado y ha ayudado.

—Su padre es arquitecto, su madre cardióloga. ¿Pensaba en seguir sus pasos?

—Yo estudiaba, sacaba buenas notas y habría ido a la universidad, habría estudiado una carrera con algo más relacionado con el trabajo de mi padre que con el de mi madre, porque a mí la sangre no me hace mucha gracia. Pero se dio así. La federación me dio la oportunidad de ir a Barcelona y después de pensarlo mucho mis padres me dejaron. A mi madre le costaba soltarme tan pronto.

—¿Cómo recuerda esos años?

—Los primeros años en Barcelona fueron muy duros, sobre todos los primeros meses. Necesitaba mucho a mi familia. Me acuerdo de llamar mucho a mis padres, de estar a veces muy triste, muy solo. Cuando recuerdo todo aquello le doy mucho valor a lo que estoy consiguiendo.

—Después estuvo con Javier Duarte.

—Empecé a trabajar con él y las cosas fueron muy bien, mi nivel subió mucho y sobre todo mi forma de ser en la pista cambió. Fui madurando, y Dudu me ayudó muchísimo sobre todo a nivel mental dentro de la pista y a nivel táctico.

—¿Cómo se cambia la mentalidad?

—Al final lo cambias prácticamente sin darte cuenta. Lo más importante es trabajar al 100% en los entrenamientos, porque cuanto mejor entrenas, mejor compites. Se trata también de hacer caso al entrenador, que si lo has elegido es por algo. Pero yo ya sé lo que tengo que hacer, no es como cuando tenía 18 años, que no sabía muy bien de qué iba esto. Y a medida que juegas partidos, llegando a rondas finales, evolucionas mentalmente y te fortaleces.

—¿Cómo afronta la semifinal cobtrra Anderson?

—Jugué con él hace un mes en Montreal y perdí, pero creo que va a ser un partido diferente por el lugar y por el momento. Aquel fue mi primer torneo después de la lesión.

—Si le gana y entra en la final podría hacerse con su primer grande. ¿Lo piensa?

—Eso no me lo he planteado. Ganar a Anderson quizá sí lo he pensado pero ganar también el torneo, hasta allí no he llegado.