Un horno debajo de los tubulares, el asfalto rugoso y la bici que parece no avanzar. Alberto Contador, al frente del grupo de los favoritos, y Chris Froome, como siempre en la Vuelta Ciclista a España, como si llevara un viejo motor diésel al que le cuesta arrancar, hasta que ¡ah! entra en rodaje. Entonces no hay nadie, excepto el corredor madrileño, que pueda seguirlo. Golpe a golpe, segundo a segundo, ni un regalo, al enemigo ni agua y quizá, subiendo por el Xorret de Catí, cima alicantina castigada por más de 30 grados, con Contador convertido más en un aliado que en un rival del jersey rojo.

Contador, como en la subida a la ermita de Santa Lucia, como en el Garbí, siempre es el primero que toma la iniciativa en carrera, el que rompe las hostilidades, el que atosiga y da primero a los adversarios de Froome. A todos, a Esteban Chaves, que parece ir de más a menos, y a las dos estrellas italianas de la prueba, Vincenzo Nibali y Fabio Aru, que no se rinden pero que ceden ante la furia de Contador, y también a David de la Cruz, que resiste entre las figuras a base de mucho esfuerzo. Contador da primero y como si pusiera los condimentos le sirve el ágape de la Vuelta a Froome, que solo tiene que rematar.

El británico sabe que Contador no se rendirá y Contador sabe que llegará hasta el podio si sigue así, sin perdonar un solo día, pero sin prisas. Pero, ¿fallará Froome? Quizás el consuelo que le queda a Contador -distanciado siempre a más de tres minutos del británico tras su mal día en las rampas de Andorra, la primera subida exigente de esta Vuelta- es que las prisas de Froome por restar el máximo tiempo a los rivales es porque duda de su respuesta en la tercera semana. En el Tour de Francia se le suele empachar la fase final de la prueba. Y por esta razón todo el tiempo que tenga en el zurrón, bienvenido sea. Esa es su política.

Hubo un momento, a poco de coronar el Xorret de Catí (apenas cuatro kilómetros de subida pero rampas que alcanzaban casi un 20% de desnivel, duras, pegajosas por el calor, exigentes al máximo), en el que Contador decidió tomar aire ante un Froome que parecía ascender propulsado por un motor fueraborda. «Decidí tomar un poco de aire y bajar tres o cuatro piñones (más velocidad a la bici) y pude cerrar el hueco», explicó el madrileño.

Contador lamenta su indigestión de Andorra. «Ya ha quedado claro que fue un espejismo», dijo ayer. Ha quedado claro que la tragedia del Principado, la que lo marcará toda la Vuelta, fue como una pesadilla de una sola noche. Pero, si bien parece que puede recortar tiempo al resto de favoritos, solo ganaría la Vuelta ante una crisis monumental de Froome, lo que ahora parece como una circunstancia imposible, que difícilmente sucederá.

TRIUNFO DE ALAPHILIPPE

«No necesitaba atacar, pero marcar diferencias siempre es bueno. Poco a poco voy ganando tiempo y también sé que en algún momento Contador y yo deberemos colaborar entre nosotros», festejó Froome, cuyo dictatorial equipo, el Sky, dejó partir una vez más a una fuga que no los inquietaba, donde estaba el ganador de día Julian Alaphilippe, que se declaró «sorprendido».