Hay quien sostendrá, con innegable razón, que todo esto servirá de poco si no se consuma el ansiado retorno a primera división. Dudará de que haya una oportunidad mejor, recelará de los dos años establecidos como plazo del proyecto y se envolverá en amargura y sudores fríos imaginando otro año en segunda. Pero ese zaragocista ha de saber que su equipo ya ha empezado a ascender. Sólo hay que dejarse deslumbrar por la luz en la mirada de cualquier aficionado. Compruébenlo. Mire a los ojos de un niño antes de un partido del Zaragoza. Verá ilusión, entusiasmo, vida. Se verá a sí mismo. Escuche después a La Romareda. Y déjese embrujar. Sucumba a los encantos de la música celestial que brota de miles de gargantas que pregonan a los cuatro vientos que ha llegado la hora. Sienta al Zaragoza como hace años que no lo sentía. Y sueñe. Ha comenzado el ascenso.

Y todo eso ha vuelto para quedarse. Incluso si el Zaragoza no lo consigue y se queda a las puertas del cielo. Se trata de comunión, de complicidad, de alianza sagrada entre un equipo y su gente. Oro puro tras cinco años de zozobra, angustia y vergüenza. Orgullo.

Queda todo pero se ha hecho mucho. Por eso, espante de su mente la idea de que nada tendrá sentido sin la vuelta a primera. No es cierto. La sangre fluye como nunca por las venas del zaragocismo. Y el estruendo de su carrera asusta al mismo infierno, del que cada vez está más cerca de escapar. Lo ve? Subirá antes o después, pero el Zaragoza ya ha ascendido. Cierre los ojos....