Es pretemporada y cualquier análisis tiene que ir impregnado de la prudencia y del objetivo cansancio que llevan las piernas de los jugadores, además del calor, muy intenso ayer en Tarragona. El Zaragoza firmó unas tablas de color grisáceo ante un Nástic que fue mejor en la mayor parte del partido, con más frescura e intensidad. Al equipo de Luis Milla solo le duró la intención y la gasolina la primera media hora, con los titulares sobre el césped, después bajó peldaños en su capacidad, cometió un mundo de imprecisiones con el balón, le faltó generación de fútbol en el medio y apenas ya tuvo presencia arriba, menos en la segunda parte tras el carrusel de cambios. Con todo, supo sufrir y competir hasta el último minuto del partido.

A tres semanas de que comience la Liga, con el equipo pendiente de algún refuerzo, sobre todo de ese deseado e imprescindible '9', es evidente que a Milla le queda trabajo por hacer. Faltó llegada arriba, donde ni Ángel, desconectado del centro del campo en una tarea demasiado solitaria, ni Dongou después dieron sensación de peligro, y también movilidad en el centro y capacidad de combinación.

Milla planteó un once con pinta de ensayo serio, con aspecto de prueba de nivel porque el rival lo exigía. Juntó al capitán Zapater y a Cani en el once, con un 4-1-4-1, con Xumetra por la derecha y Erik Morán, incómodo todo el partido, al lado de Javi Ros y por delante de un Zapater que mostró físico y consistencia en la primera parte, otra buena noticia. El Nástic de Vicente Moreno sigue tan aguerrido e intenso como el curso pasado, donde rozó el ascenso a Primera y el Zaragoza siguió el guión previsto por Milla solo de salida. Es decir, dominio del balón, intentar ser protagonista del juego y presión arriba para maniatar al rival.

Esa es la fórmula, pero los esfuerzos de pretemporada suponen una pesada losa y al Zaragoza pronto se le empezó a alterar el plan. Con todo, el peligro del Nástic al principio llegó a balón parado, en un remate de Suzuki tras un córner y en otro de Madinda. El equipo catalán generaba inquietud por las alas, sobre todo con Rharsalla y José Carlos, el mejor del rival, pero también por las subidas de Gerard Valentín a la espalda de Cani.

El de Torrero apareció poco desde su banda, pero de sus botas se generó la única jugada de brillo del Zaragoza en todo el partido. Recuperó el balón, envió una pared a Ángel y una asistencia a Xumetra que no fue gol porque al extremo se le marchó desviado el disparo. Ahí, en el minuto 30, el Zaragoza empezó su cuesta abajo. Las imprecisiones en la salida de balón se hicieron norma y Mossa y Álex de Groot, tras dos buenos envíos de José Carlos, tuvieron dos oportunidades muy claras, en sendos remates a bocajarro, para batir a Irureta, un portero que empezó a demostrar el acierto en su fichaje. Valiente en las salidas, bien con los pies, decidido y ágil, fue de lo mejor del Zaragoza en el partido.

El tramo final de la primera parte ya fue de claro dominio del rival y una indecisión de Popa, irregular todo el partido, estuvo a punto de costarle la expulsión, pero el árbitro no vio, o no quiso ver, una falta clara a Rharsalla.

CARRUSEL DE CAMBIOS

Como en todo amistoso veraniego que se precie, Milla empezó a mover el banquillo en la segunda parte. Pasó a un 4-4-2 con Wilk junto a Morán, dio libertad de movimientos a Cani por detrás de Dongou y que no estuviera expuesto a las subidas de Gerard Valentín y Casado apareció por la izquierda y Ros por la derecha. Fran, mientras, se hizo con el lateral diestro. El experimento no funcionó y el Nástic, donde también los cambios hicieron bajar las prestaciones, tuvo una gran ocasión por medio de Assoubre, pero la despejó Irureta.

Antes del cuarto de hora hicieron acto de presencia Pombo y Diego Suárez y Milla dio descanso a Cani, como en el intermedio había hecho con Zapater. Hay que dosificar minutos, está claro. Stephane Emana tuvo otra buena ocasión y la recta final trajo un Zaragoza de clara caída, sin que las entradas de Zalaya, Buenacasa o Guti lo evitaran.

FINAL SIN ARGUMENTOS

El Nástic volvió a rondar la portería de Irureta desde la estrategia y paso a paso fue metiendo más atrás a los zaragocistas, exhibiendo un mayor punto de intensidad y frescura. A Milla cada vez se le veía con más ganas de corregir cosas en el banquillo, una mala señal desde luego, pero al Zaragoza aún le dio para aguantar el marcador ante un Nástic peleón y guerrillero, lo que provocó alguna tangana durante el choque y otra al final. Sin duda, herencias de la pasada Liga. El Zaragoza no recibió goles, pero sufrió mucho por las bandas de su defensa, sobre todo tras el descanso. Aún así, el problema está más arriba, donde a Milla le queda por hacer, aunque restan tiempo y refuerzos para empezar la competición.