Acabó fundido el Real Zaragoza ante el Alcorcón y con un empate que, visto lo sucedido sobre el césped, parecía hasta un premio, porque el equipo madrileño siempre le metió un punto más de agresividad y de intensidad al juego, mientras el conjunto zaragocista fue menguando hasta límites insospechados. Firmó una discreta primera parte, donde Willian José encontró el gol, y una desoladora segunda, en la que La Romareda, que ha visto tres empates seguidos, volvió a perder la paciencia en los últimos minutos.

Anda el Zaragoza muy justo en el aspecto físico y es verdad que las bajas han condicionado y lo siguen haciendo, pero no todo justifica el mal momento del equipo. Lleva una caída de la que solo se levantó en Santander y que se refleja en una victoria en 7 jornadas, aunque eso no le haya descabalgado de una sexta plaza en la que pudo asentarse de forma más cómoda tras la derrota de la Ponferradina en la enésima ocasión perdida, más cuando el calendario no tardará en endurecerse para un Zaragoza que necesita revisión urgente.

Fue el Alcorcón la pesadilla esperada, un enemigo intenso, agresivo, que va fuerte y que es desagradable para jugar. Aún más si cuenta con la complicidad de un colegiado como Eiriz Mata, que puso el listón muy alto en las tarjetas. Y el Zaragoza rara vez estuvo a la altura del partido, solo en algunos tramos esporádicos de la primera parte.

Pero ni el colegiado, ni la agresividad del enemigo, ni las bajas, ni ninguna coartada puede justificar la nueva ración de mediocridad ofrecida. La del Lugo ya fue de un tamaño considerable, pero casi fue peor lo enseñado en la segunda parte ayer. Con todos los condicionantes que se quieran, pero el Alcorcón, sí el Alcorcón, tuvo el balón el 60% del partido y remató más del doble de veces que el Zaragoza, doce por cinco. No es raro que la Romareda hiciera aflorar música de viento en los últimos minutos. Era muy merecida.

Tras mucho dudar en la semana, apostó Popovic de salida por Jaime, tras varias semanas de baja, para buscar velocidad en la banda derecha y que el extremo y Pedro se beneficiaran del juego de espaldas y las dejadas de Willian José. Eso decía la teoría. La realidad enseñó desde el principio a un Alcorcón mucho más metido, con más físico en la medular y con la presión adelantada para que el fútbol directo hacia Mayor y David fuera la consigna clara de un rival trabajado y que conoce muy bien cuáles son sus armas.

No puede decir lo mismo el Zaragoza, que no se sabe bien a lo que juega. O si juega al fútbol. Se diría que lo segundo no lo hace. O muy poco. Basha, en su retorno tras la lesión, notó la inactividad y a Dorca le faltó un punto de energía en la medular. El caso es que la sala de máquinas fue del Alcorcón, que llegaba antes a los balones divididos, que ganaba muchas de las disputas y que no dudaba en hacer falta cuando era necesario. Eso, con el consentimiento del árbitro, que acabó por enfadar a la grada.

Mayor, a pase del omnipresente David, tuvo la primera, pero Alcolea salió bien y el colegiado no vio una posible falta de Mario en la mejor ocasión de un equipo que dominaba, mientras el Zaragoza pasaba de puntillas por el choque. Sin embargo, se encontró con el gol en una jugada de estrategia que sacaron entre Pedro y Galarreta para que Cabrera asistiera a Willian, que definió con frialdad de killer.

Una combinación entre el brasileño y Galarreta mereció el segundo acto seguido, pero Javi Jiménez despejó el balón. Ahí se acabó el partido de Willy, con reprimenda pública de Popovic, y también de Galarreta, aunque a este no se le expone tanto. El Zaragoza, en ese momento, pudo aprovechar que la presión del Alcorcón era menos intensa, que la defensa adelantada dejaba espacios, pero nada de eso sucedió. Jaime se difuminaba con el paso de los minutos y de Pedro no había ninguna noticia.

Con un amago de tángana tras una dura entrada de Verdés acabó la primera parte, donde se vio a un Zaragoza demasiado discontinuo para pensar en ganar, pero que aún así tenía la victoria en ese momento. El espectáculo aún fue peor después, un horror. El equipo se vino abajo, peleado con el balón, aunque esto es habitual, sin soluciones, sin llegada, con jugadores desaparecidos y con otros como Mario y Basha obligados a pedir el cambio.

El Alcorcón no dudó un instante y se fue arriba. Un fallo de Cabrera a centro de Guichón, el mejor jugador visitante, no lo aprovechó David y La Romareda ya se temía lo peor. Popovic buscó más físico con Gil --Natxo Insa estaba y no jugó, lo que solo se puede explicar con molestias--, pero el gol del enemigo no tardó en llegar. Lo firmó Fausto desde fuera del área, tras una jugada muy mal defendida por el equipo. Otro remate alto de Fausto ya dejó claro que el partido tenía pinta de perderse.

Movió piezas Popovic, sacó a Rubén por Mario, reubicó a Gil en la derecha, puso a Jaime por detrás de un Willian en actitud paseante y Pedro trató de ayudar algo por dentro. Nada funcionó. O el Zaragoza no podía, o no quería. Si no, es difícil explicar tanta impotencia. Y la grada explotó después de que David no controlara un centro de Anderson. Bordalás buscó el triunfo con cambios ofensivos y aún tuvo otra Guichón, mientras la afición se desesperaba y pitaba el cambio de Willian --o al brasileño-- por Suárez. Con un cabezazo flojo de Jaime acabó un Zaragoza pírrico, tan escuálido como el punto sumado.