Es un cántabro nacido en El Ferrol que echó raíces en Aragón en los últimos años del siglo XX. Estuvo tres temporadas en el Real Zaragoza, ocho en el fútbol italiano y cinco en el Huesca antes de subir a los despachos para dar paso a su otra vocación. Luis Helguera (9-6-1976), secretario técnico en Las Palmas, recuerda los tiempos de fútbol en la calle, la figura de Laureano Ruiz, el año que pudo ser campeón de Liga con Rojo, su adiós en Huesca...

—¿Cómo nace un cántabro en El Ferrol?

—Mi madre es de Ferrol; mi padre, de Santander. Mis hermanos nacieron los dos en Santander, pero yo soy menor que ellos y el antojo de mi madre fue que naciese allí. Estuve solo unos días. Yo me he criado en Santander y me considero cántabro, aunque nacer nací en Ferrol, es verdad.

—¿Dónde empezó a jugar?

—En un club de barrio, el Callealtera, pero muy joven, con 8 años, ya estaba en el Racing. Primero ficharon a mi hermano Iván y al año siguiente fui yo.

—¿Eran de fútbol de calle?

—Sí. Había una pista de fútbol sala en mi barrio, San Joaquín, y ahí jugábamos todos. Había unas casitas, la iglesia y una pista digamos que en el medio. Y ahí nos juntábamos 20 o 30 y pasábamos las horas, chavales de 18 años, de 13, de 10...

—¿Tenía pasión por el fútbol desde pequeño?

—Sí. Mi padre jugaba al fútbol, pero tuvo que retirarse muy joven por una lesión de clavícula. Entrenadores importantes que he tenido me decían que jugaba muy bien. Así que, de alguna manera, él nos empujó desde pequeños. A nosotros ya nos llamaba la atención y en el barrio no se jugaba a otra cosa, así que se dieron todos los ingredientes.

—¿Sabía que iba a ser futbolista?

—No. Tenía claro que me quería divertir. Nunca me planteé ser jugador de pequeño. Cuando pasan los años, vas subiendo categorías y ves que mucha gente que se tiene que marchar pero tú sigues, te lo empiezas a plantear como un sueño, no como una realidad.

—¿Cuándo se dio cuenta de que el sueño podía ser real?

—Hay un momento que el sueño se convierte en objetivo. Yo iba pasando las categorías en el Racing y veía que nunca era el mejor, que siempre había cuatro o cinco de más nivel, pero que siempre jugaba. Entraba y salía la gente de los equipos y me mantenía. Mi hermano, por ejemplo, siempre era el mejor del equipo, lo mío fue más por pesado que por condiciones.

—¿Cuestión de constancia?

—Sí. Aquí hay dos formas de llegar: talento o constancia. Y yo no tenía talento. Sí sabía lo que quería y eso me ayudó a salir adelante. Tenía retos y, claro está, otras cosas. Si no, no hubiese llegado. Tenía compañeros como De la Peña, Munitis, Neru, Ismael... En tres años nos juntamos ahí un montón de gente que acabamos en Primera, mi hermano también. Y luego teníamos un entrenador, Laureano Ruiz, que fue quien llevó allí el sistema de Cruyff después de estar muchos años en el Barcelona. A estas generaciones nos ayudó a entender el juego. Hay muchos futbolistas que tienen calidad, velocidad, fuerza... pero no tienen el entendimiento del juego. Eso lo noté toda mi carrera, es la base que me dejó Laureano.

—¿Cómo fue al Manchego?

—Mi hermano tuvo un problema en el Racing B con un entrenador y hablamos con Laureano y le dijimos que queríamos salir. Él habló con Benito Floro y nos hizo una prueba con el Manchego, filial del Albacete. Mi hermano estuvo año y medio y luego pasó al Albacete medio año antes de que lo comprara la Roma. Yo rescindí durante la pretemporada con el Albacete y me fui al Zaragoza.

—¿Quién le vio?

—Manolo Villanova, en los ‘playoffs’ que jugamos contra Recre, Nástic y Numancia. Me vio en Huelva, Luis Costa también. De eso me enteré luego, claro. Hice la pretemporada con el primer equipo, pero vi que no iba a tener minutos y el entrenador, Sánchez Duque, dio vía libre para que me rescindieran.

—Y en el Aragón se encontró con Manolo Villanova.

—Sí. Y con Luis Costa, que fue el que me hizo debutar en el primer equipo. Sigo en contacto con él, hablamos de vez en cuando. Es muy buena gente. Y Manolo es un padre para todos. Debuté en el Camp Nou un día que ganaba la Liga el Barça. 1-0, gol de Giovanni de cabeza.

—¿En su segunda temporada en Zaragoza ya estaba en el primer equipo?

—Sí, con Chechu Rojo. Curiosamente, mi redebut también fue en Barcelona. Mis dos primeros partidos en Primera División fueron en el Camp Nou. Aunque la temporada que jugué más fue la tercera. Fui respondiéndole a Rojo, no jugué mal e íbamos ganando, aunque al final no llegaría a un acuerdo para renovar.

—Y casi ganan la Liga.

—Me pasó una cosa curiosísima. La final de la Copa de Europa la jugaban el Madrid y el Valencia. Si ganaba mi hermano, nos echaban de la Champions. Si ganábamos nosotros, aparte de clasificarnos, me llevaba mucha pasta por la prima que teníamos. Por otro lado, yo ya sabía que no iba a seguir en el Zaragoza. Fue una mezcla de sentimientos, todo muy raro. Vi el partido solo en casa con mi mujer.

—¿Ese equipo llegó a estar convencido de que podía ser campeón?

—Yo creo que sí. Quedamos cuartos. En la última jornada teníamos que ganar en Valencia, que era un equipazo. Al final nos adelantaron ellos y el Barcelona, y el Deportivo quedó campeón. El Madrid fue quinto o sexto.

—Ese Milosevic no era malo.

—Madre mía, era un jugador tremendo. Luego me enfrenté a él cuando estaba en el Parma y ya no tenía el mismo estímulo. Estaba triste en Italia. Le habían entrado a robar un montón de veces en casa y lo pasó regular.

—Del Zaragoza se fue al Udinese, cuando no era muy común que los futbolistas españoles emigraran. ¿Cómo fue?

—Por el presidente del Udinese, que vivía en Barcelona. De la era moderna, fuera de Luis Suárez o Sol, fui de los primeros en ir a Italia. Antes de la ley Bosman, un español que jugaba en el calcio era un extranjero. Había solo tres plazas, no era tan fácil jugar. Sin embargo, estuve ocho años.

—¿Cómo se sintió en Udine?

—Es un sitio difícil, una ciudad pequeña, aunque el club era extraordinario. Para mí, el mejor que he visto. Iban muy por delante de todos. En esa época tenían 12 o 14 personas de scouting cuando no había en ningún lado. Allí ya tenían todo lleno de televisiones. Luego tenías una persona que te hacía la mudanza, que te iba a buscar al aeropuerto o lo que hiciera falta. Mi hermano me decía que estaba mejor organizado que el Real Madrid.

—¿Siempre jugó de pivote por delante de la defensa?

—Siempre he jugado ahí, desde la época con Laureano Ruiz. Él ya jugaba con un pivote, dos interiores, dos extremos y un falso 9, que en este caso era De la Peña, con mi hermano de interior, Munitis caído a una banda... Un equipazo.

—¿Y Luis Helguera jugando prácticamente siempre?

—En todos los equipos menos en la Fiorentina. Empecé jugando, pero tuve un problema serio con el entrenador y no me puso más. Me fui al Ancona en invierno y volví a jugar, pero cuando regresé a Florencia ya no jugué.

—¿Algún equipo más?

—Antes había estado cedido un año en el Alavés, con Jordi, Desio, Carmona, Dutruel, Abelardo... Y luego tres temporadas en el Vicenza. Muy bien. Fui capitán y la ciudad era espectacular.

—¿Entonces decidió volver a España?

—Tuve varias ofertas, pero quería volver a casa. Vivía en Zaragoza y jugaba en Huesca. Mi mujer es de Zaragoza, había pasado años muy bonitos en mi primera etapa, me había arraigado. En Zaragoza esos años eran espectaculares, estábamos en el top, nos trataban de maravilla en todas partes. Era como una película.

—¿Y en el Huesca?

—Jugué muchísimo. Solo fui una vez de suplente. Jugué todas las temporadas más de 35 partidos.

—¿No se lesionaba?

—No. Nunca me lesioné.

—¿Suerte o salud?

—Yo me cuidaba muchísimo. Estuve 10 años que solo comía lechuga. Cuando llegué a Huesca aflojé un poco y ya me permitía tomarme una cerveza.

—¿Esas cinco temporadas le ayudaron a vivir la salida del fútbol con naturalidad?

—A mí me ofrecieron renovar y dije que no. Había jugado casi 40 partidos la última temporada, pero ya no encontraba tantos estímulos ni me encontraba tan bien físicamente. Creía que lo tenía que dejar. No me costó mucho matar al futbolista, que digo yo. Estás acostumbrado a vivir de otra manera, bien, haciendo lo que te gusta. Y a veces nos pensamos que dura siempre. Está claro que no es así, hay que asimilarlo. Se acaba de un día para otro y ya no eres tú el importante, es el siguiente, como es lógico. Soy una persona normal, ni tengo lujos ni soy excéntrico. No tenía ninguna necesidad, lo dejé porque quise.

—¿Ya pensaba en trabajar en la parcela técnica?

—Desde mi época de Udine me había llamado la atención la gestión, la direccion deportiva. Cuando acababan los entrenamientos me quedaba a ver el scouting. El primer año estaba solo y me aburría, así que comía allí mismo y me quedaba a ver cómo trabajaban, cómo miraban otras Ligas... Me interesé siempre, hasta que llegó el momento de entrar en la dirección deportiva en el Huesca. Fue un año difícil el primero. No tuvimos suerte, ni siquiera jugamos playoffs. Al año siguiente yo cogí la dirección deportiva 100% y cambiamos el equipo entero. Acertamos y logramos ascender, en una temporada con récord de puntos, de goles, sin perder ningún partido en casa...

—¿Por qué se marchó del Huesca?

—Hubo un planteamiento que no me cuadró, no estaba de acuerdo y decidí salir de allí.

—¿Dónde fue?

—Me fui un mes a mi casa, sin saber muy bien qué iba a hacer en el futuro. Hasta que un día me llamaron de Las Palmas. Conocía al director de captación y al director general, que habíamos tenido intercambio de llamadas por las cesiones de Tyronne, Jesús Sosa y Aythami. Tuvimos una entrevista en Madrid, les encajé y me firmaron.

—¿El fútbol en Las Palmas es tan diferente como la vida?

—Sí. Es fútbol de calle, del que hablaba antes, ese fútbol de barrio de cuando yo era pequeño. Estoy muy bien aquí, el club está creciendo mucho, se está construyendo la ciudad deportiva, estamos haciendo grandes fichajes como Jesé o Boateng...

—¿Su hijo también va para futbolista?

—De momento juega, es portero. Intenté quitarle la idea de la cabeza, pero no hubo manera. Está muy enganchado a la portería.

—¿Le gustaría volver algún día al Zaragoza?

—Mi residencia es Zaragoza y yo voy a vivir en Zaragoza, lo tengo clarísimo. Además de ser el club que me dio la oportunidad de jugar en Primera, le tengo mucho cariño. No sé cuándo, pero algún día volveré.