Ganó el Real Zaragoza al Deportivo Alavés y esa victoria, rubricada con un gol de Ortuño, en su estreno en la titularidad, trae toneladas de tranquilidad para el vestuario y para Ranko Popovic, que ha logrado que el equipo reaccionara en los dos últimos encuentros, donde su puesto en el banquillo corría serio peligro, añadiendo a la mayor consistencia de Lugo el triunfo ante el conjunto vitoriano para que el Zaragoza confirme que crece.

No crece para tirar cohetes, claro que no, pero el equipo, que había tocado fondo hace dos semanas, se va levantando poco a poco y, sin duda, el sustento de los tres puntos de ayer tiene que ser una base sólida para que la progresión no se detenga, ya que es obvio que futbolísticamente todavía queda mucho por recorrer, que a la mejoría le queda aún para ser indiscutible. De momento, se ven atisbos, señales, sobre todo en la mayor seriedad y consistencia --dos partidos seguidos lleva sin encajar--. No es mala idea empezar la casa por los cimientos tras tantas dudas en este arranque liguero...

El Zaragoza fue mejor, mucho mejor que un Alavés solo intenso y físico, en la primera parte, donde el sistema de contención del equipo rayó la perfección, ya que el enemigo no se acercó a Bono, y donde compró números para al menos acabar con la sequía goleadora que duraba tres partidos. Encontró el tesoro Ortuño tras un servicio de Hinestroza para que el Zaragoza llegara con ventaja al descanso. Después, palideció, también condicionado por el cansancio y por los cambios forzados por las lesiones de Rubén y Jaime, para acabar sufriendo por la renta exigua ante un Alavés que se estiró un poco más con las entradas de Dani Pacheco y Barreiro, pero que llegaba con el cartel de buen visitante y se fue con una derrota justa y con quejas por el reparto de tarjetas del árbitro.

Apostó de salida Popovic por Vallejo para el lateral derecho. Implicaba esa apuesta sacar del eje al canterano para que entrara Rubén, pero en un partido tan vital, con tantos nervios, era la opción que más seguridad ofrecía. Por ahí acertó el serbio, porque el Zaragoza se mostró muy seguro en la primera parte en su sistema de contención, con ese 4-1-4-1, en el que Erik Morán fue el faro, la referencia táctica, un futbolista valioso para mantener el equilibrio al que Popovic tardó mucho en meter en el once. Demasiado. Bordalás retocó su dibujo para jugar también con trivote en el medio --Carpio, Mora y Manu García--, pero esa batalla cayó del lado zaragocista, ya que el equipo tuvo el control del choque hasta el descanso porque Morán estuvo bien acompañado por Dorca y por el despliegue, disperso con el balón, de Diamanka.

Ortuño fue el primero en mostrarse activo y su centro no lo remató bien Dorca para que después Rubén rozara el gol en una falta botada por Jaime, que generaba inquietud por el costado derecho alavesista, donde Raúl García sufría con él. El extremo puso un balón que remató Diamanka y Pacheco despejó en la mejor jugada zaragocista.

PEOR TRAS EL DESCANSO

El paso de los minutos bajó la intensidad de un equipo, el zaragocista, al que le falta creatividad en el manejo del balón, sobre todo donde se cocinan las jugadas de peligro. Ahí, a Diamanka y a Dorca no les alcanza. El plan pasaba por hacer llegar rápido el balón a Jaime, ya que Hinestroza estaba más perdido, pero fue el colombiano el que encontró el camino tras una buena presión de Rico y Dorca para robarle el esférico a Juli. El centro posterior de Hinestroza tras dos recortes lo mandó a la red Ortuño con un toque sutil.

El Zaragoza, claro está, tiene su fortaleza en las alas, muy favorecidas también por el cambio de sistema. Lástima la lesión de Jaime ayer... Antes que el manchego y también en la rodilla se lastimó Rubén, que se quedó en el descanso para que Isaac ocupara el lateral y Vallejo el eje. El andaluz demostró desparpajo hacia arriba, quizá demasiado, y unas evidentes lagunas tácticas en defensa que hacían justificadas las dudas de Popovic con él. En todo caso, en Albacete, sin Vallejo y si no está Rubén, apunta a jugar de inicio. Le conviene aprender rápido pues...

La segunda parte dibujó un panorama mucho más gris para el Zaragoza, que perdió el control del choque y que empezó a sufrir más de lo debido. Bordalás retocó el esquema para jugar con dos arietes, tiró de Dani Pacheco y Barreiro y el Zaragoza empezó a mirar con angustia el reloj. Toquero y Manu fueron los primeros en probar a Bono, muy seguro en cada acción. La lesión de Jaime empeoró aún más el panorama, puesto que Popovic se quedó con menos margen en los cambios y había jugadores (Diamanka, Ortuño, Erik Moran...) que notaban el cansancio.

Retiró el preparador serbio a Diamanka para que entrara Wilk, que se situó junto a Erik Morán. Dani Pacheco exigió a Bono en un córner olímpico y el reloj iba a ritmo de tortuga. No es que el Alavés diera mucha sensación de peligro, pero la victoria era tan obligada que no había un aficionado en La Romareda que no contenía la respiración en cada llegada del rival. El sistema defensivo, con Vallejo firme y Rico más sólido que Cabrera, resistió y con él la victoria, si bien Toquero aún tuvo una última que remató flojo. No llegó el empate y sí una victoria vital, un tesoro en forma de oxígeno para el Zaragoza y de más tranquilidad para Popovic, que gana crédito y sale del alambre.