La meta de Troyes (sexta etapa del Tour 2017) parecía más bien la de una llegada de la Vuelta a España en Andalucía en pleno mes de agosto. Los auxiliares, los que entregan los bidones que se conservan frescos en las neveras portátiles, buscaban con desespero las pocas sombras que había. Y como es habitual, por las fortísimas medidas de seguridad, todo el recinto estaba plagado de policías. Había dos curvas en la ciudad. Dos invitaciones a una caída masiva. Afortunadamente, el parte médico estuvo en blanco. La paz y el calor se apoderaron del Tour, en el segundo día sin el concurso de Peter Sagan.

Kittel ganó la etapa con aparente facilidad. Sin el campeón del mundo y sin Cavendish los esprints han quedado más despejados. Ahora es cosa del alemán del Quick Step, del campeón de Francia (segundo en Troyes), Arnaud Demare, del Gorila Greipel (tercero), del noruego del Katusha, Kristoff, y del francés del Cofidis Nacer Bouhanni (quinto). Sn tanta nómina de esprínters, el peligro disminuye.

Hoy tendrá lugar otra jornada calcada a la de ayer en cuanto al calor y con demasiados kilómetros. «Ahora nos esperan dos etapas con argumento anunciado, un esprint y luego una fuga, antes de que el domingo se vuelva a activar la carrera», pronosticó José Luis Arrieta, técnico del Movistar. Quizá dos jornadas llanas seguidas por encima de 200 kilómetros son innecesarias. Los líderes se refugian en el pelotón y pedalean a rueda de sus gregarios, sin que el desgaste sea excesivo. El Tour vive pendiente de la furia de Fabio Aru, del poderío indiscutible del Sky y del jersey amarillo Chris Froome y de que Romain Bardet, Alberto Contador y Nairo Quintana disipen dudas, con un Richie Porte que también parece preparado para pelear por la victoria con su amigo Froome.

El calor serenó los ánimos en Troyes, donde sudó la meta y donde, afortunadamente, los médicos tuvieron una jornada extra de descanso. Que dure hasta el final del Tour.