Una deuda millonaria tras una sospechosa operación de compraventa, unos sicarios colombianos y un plan de secuestro para forzar el cobro. Podría ser el guión de un enfrentamiento entre dos bandas mafiosas, pero en realidad es el argumento de un juicio que arrancó ayer y que tiene como protagonista a Juan Soler, uno de los acusados de planificar el secuestro de Vicente Soriano, ambos expresidentes del Valencia y empresarios arruinados. Soler negó ante el juez el plan y se lo endosó a Rachid Behadaoui, el confidente policial huido que precipitó su detención en abril del 2014, al que además acusó de chantajearle.

Soler acabó su presidencia del club en el 2008 y meses después pactó la venta de su paquete accionarial a Soriano, que había pasado fugazmente por el cargo y que pretendía vendérselas a Dalport, grupo inversor que se esfumó al anunciarse una ampliación de capital que habría dejado en nada su compra.

Alto nivel de vida

El Supremo confirmó la deuda de 65 millones de Soriano con Soler pero al declararse insolvente no le pagó. Eso sí, como vivían a escasos 50 metros, Soler pudo comprobar el alto nivel de vida que seguía llevando su enemigo. Durante años, Soler trató sin éxito de cobrar y llegó a contratar a un detective que elaboró un dossier en el que se aseguraba que Soriano tenía millones en paraísos fiscales. En la primera jornada del juicio, Soler explicó que Rachid le dijo en una reunión para buscar compradores para la deuda que existían «otras maneras» de cobrar, que ideó el secuestro y le pidió 300.000 euros por «las gestiones».

El plan era que unos sicarios lo capturaran a la salida de una cafetería de Valencia, trasladarlo a una vivienda y llevarlo al extranjero cuando se relajara la presión policial. «Me negué a pagar y me amenazó con que conocía a toda mi familia», explicó Soler. Soriano pide para todos los acusados ocho años de cárcel y una compensación de 600.000 euros por daños morales, aunque el fiscal rebaja la pena solicitada a 9 meses.