A pesar de que ha sido un Tour anodino, pasará a la historia como una edición especial por el evento del Mont Ventoux. El registro del líder de la carrera corriendo entre la multitud sin bicicleta será para siempre la imagen de esta edición, marcada por el conformismo y la claudicación temprana. Con esta tercera victoria, Froome abre la era de su apellido, en la que sus patrocinadores y directores no han aportado nada nuevo. Han calcado las pautas de las eras de Induráin y Armstrong.

Si bien sus dos primeras victorias se acompañaron respectivamente de la novedad y la confirmación de un gran corredor, en esta edición hemos entrado ya en el mecanicismo, la rutina y un ciclismo de ordenador. Ahora ya no se trata de ofrecer espectáculo. El que quiera espectáculo, incertidumbre y ciclismo agonístico que se vaya al Giro de Italia o a la Vuelta a España. Aquí de lo que se trata es de ganar y de acceder al palmarés aunque sea anestesiando la competición. Y eso se puede hacer sencillamente construyendo un equipo de muchos líderes en labor de gregarios.

No hay nada ilegal en ello. Todos lo harían si pudieran. Pero la esencia de este deporte, que se basa en la batalla, la fatiga y el riesgo, no tienen por donde salir. En sus dos victorias anteriores vimos a Froome atacar y defenderse de manera encomiable. Luchó por la victoria. Nos puso cara de bobos cuando aplicaba la receta Armstrong estirando su largo cuello. En definitiva, aportó ciclismo al ciclismo. En esta victoria solamente ha aportado un descenso suicida en el Peyresourde, los 200 metros lisos del Mont Ventoux y un equipazo de nobles caballeros rebajados a vasallos.

¿Y sus rivales? ¿Alguien cree que ha tenido rivales? Un rival se merece tal nombre cuando se lo gana en la confrontación, en el debate, en la pugna. Yo no he visto tales rivales en el Tour de Francia. Lo más bonito de este carrera han sido los esprints de jump final y foto finish (Cavendish, Kristoff, Sagan o ayer Greipel-) el descenso suicida de Izaguirre y el Baracchi de Toni Martin con Alaphilippe camino de Berna.