Natxo González espetó una frase que sintetiza la realidad que rodea al Real Zaragoza: «No sé cuándo se puede decir aquí que el equipo ha estado bien, siempre que ganamos hay un pero». Se refirió a esa exigencia que fluye de forma permanente sobre el club zaragozano, algo que forma parte de su idiosincrasia. Es algo incuestionable.

El técnico pedía que no se mirase con tanta minuciosidad cada paso que da el equipo, que se dejase más margen de maniobra y, sobre todo, que se creyera en los brotes verdes que comenzaban a germinar en esta recién comenzada segunda vuelta. Ayer Natxo González consiguió uno de sus primeros triunfos sin peros... Pero con algún pero.

El Real Zaragoza venció, y lo hizo sacando una calificación más próxima al notable. El equipo estuvo en tensión durante prácticamente la totalidad del encuentro, esgrimiendo una personalidad valiente y ambiciosa; más propia de un equipo que se siente cómodo en su condición de local.

Enfrente había un rival de etiqueta. El Lugo es correoso, capaz de desajustar un partido con un pequeño chispazo de su ataque de alto voltage. Sin embargo, el Zaragoza supo leer la libreta de un partido roto, donde la balanza podía caer para cualquier lado. Lo habitual en Segunda.

El Lugo apretó, como es habitual en su estilo. Generó suficientes oportunidades para incendiar el encuentro, pero la figura de Cristian Álvarez echó una y otra vez agua fría sobre el acalorado ataque lucense, impulsado por errores individuales que pudieron haber salido muy caros.

El cancerbero argentino realizó tres paradas de mérito para blindar su portería por tercer partido consecutivo en La Romareda -algo que no ocurría desde octubre de 2015-. No fue el único protagonista bajo palos, puesto que Juan Carlos también se marchó del coliseo zaragozano con una actuación sobresaliente. Sus paradas providenciales impidieron que Borja Iglesias se marchase a su casa con un saco de goles en su casaca, incluido un nuevo penalti que el gallego volvió a errar.

La salida al campo de Oliver Buff alimentó la ambición del equipo de cara a portería contraria. Natxo ya avisó en los prolegómenos al choque que el suizo estaba en su mejor momento, y así lo demostró. La técnica que se le presuponía al helvético quedó patente nada más saltar al verde, con un sombrero repleto de elegancia que le tiró a un defensor visitante. Posteriormente anotó un tanto de falta directa lleno de dulzura que encandiló al graderío. El broche de oro se lo repelió la madera, después de que Buff picase la pelota con finura.

Fue una luz más para un encuentro de gran luminosidad por parte del Zaragoza. Sigue habiendo matices que pulir, como los habituales despistes defensivos... Pero el equipo de Natxo cuajó una de sus actuaciones más completas en un nuevo triunfo en La Romareda.