Habla Paco Herrera por ahora de merecimientos. Dice que le interesa más que su equipo se exprese con un estilo propio que las victorias, que ya llegarán. Tardarán, eso parece. Por lo visto ayer, está lejos de ser uno de los grandes favoritos de la categoría. Ni muestra fútbol, ni convencimiento, ni camina cerca de la victoria, aunque en el fondo se pueda adivinar algún chispazo de lo que será. O debería. Ayer hizo todo lo bueno en 10 minutos en los que halló el gol de Roger. Antes se mereció perder y perdía. Después ya no quiso ganar y empató, conformista y conformado.

Quizá el empate aún sea lo de menos, pero necesitará mucho más fútbol si quiere alcanzar, de verdad, la categoría que casi todos le otorgan, la de serio candidato al ascenso. En el Rico Pérez sufrió desde el principio ante un Hércules que, a falta de calidad y longitud, se mostró vehemente y agudo. Pronto llevó el partido al lugar que le interesó, a las trincheras. En el centro del campo, la guerra la empezaron a ganar Font y Yuste, bien armados de valor y con coraje suficiente para acudir a todas las batallas.

Entre los dos borraron de entrada al Zaragoza, que fue un fantasma durante los primeros 20 minutos del curso en Segunda División. Basta decir que a los 30 segundos Portillo ya había tenido una buena ocasión de gol que Leo Franco dejó en córner, y que no se acercó al área rival hasta el minuto 21. Entonces, bien es cierto, podía haber cambiado el partido. A saber. Primero, Falcón manoteó un disparo de Luis García poco antes de que el linier, malísimo, levantase el banderín para marcar un fuera de juego de Cidoncha. Su posición era legal, con mucho, pero el gol posterior fue invalidado y el partido volvió a la nada.

Queda entendido que hasta que no se acercó el ecuador del primer acto, el equipo aragonés no tomó una bocanada de aire. Ese fogonazo empezó a desmadejar al Hércules, al tiempo que se le acaloraba el rostro. En agosto, el fuelle dura lo que dura, como bien averiguaría luego el equipo alicantino. El caso es que el partido se fue al descanso y no hubo rastro del Zaragoza dominante. Si acaso una intención, pero con taras mentales y físicas. Falta trabajo y convicción con el balón, también músculo para la batalla. Con Paglialunga no basta para el combate si no hay iniciativa y dominio, mucho menos si es el Paglialunga de ayer.

EL GOL EN CONTRA En Segunda, enfrente casi siempre hay un equipo armado hasta los dientes, dispuesto a minar todos los caminos principales. Solo con imaginación hallará las vías hacia el gol sin resultar herido. La tienen Barkero y Luis García, a quienes les sobra talento pero también años. Tienen más cabeza que piernas, por decirlo así.

Lo peor, no obstante, llegó en el comienzo de la segunda parte, en una de esas jugadas que cabrean sobremanera a los entrenadores. Empezó en un balón junto a la línea de fondo que Escassi cedió hacia atrás sin problemas; prosiguió con un centro sin oposición de Héctor Font; y acabó en un remate plácido de Sardinero a la red. Ninguno fue atosigado, ni siquiera molestado. Sus rivales, los zaragocistas, habían pagado primera fila. El Hércules se puso 1-0 y sintió que podía ganar. Lo habría hecho seguramente si Portillo no se hace el filigranero en un mano a mano con Leo Franco que pareció el fin. Álvaro lo mandó a córner y se acabó el partido para los de casa, que a partir de la hora resollaron detrás del balón.

Fue en ese rato en el que el Zaragoza se agarró a la idea constructiva que repite su técnico. Así empató el partido, teniendo el balón y dominando. Hizo el tanto Roger, que llegó para eso, para golear, en el minuto 67. Y cuando todos veían el sufrimiento en la cara de los herculanos, el equipo aragonés dijo basta. Su fútbol valió un punto, es lo que se merece de momento.