Al trabajo de Natxo González se le pueden reprobar muchas cosas en estas primeras 22 jornadas, pero hay una por la que hay que aplaudirle sonoramente. Ha abierto las puertas del primer equipo a todos los canteranos que se lo han ganado y no ha temblado a la hora de darles continuidad, pequeñas excepciones al margen, cuando el rendimiento de los futbolistas ha sido merecedor de ello.

Este es el momento que vivimos ahora mismo en el Real Zaragoza tras los brotes verdes del sábado y con cuatro jóvenes de la Ciudad Deportiva, zaragocistas de cuna, convertidos en el corazón del equipo. Pombo, Guti y Lasure fueron titulares en la victoria ante el Tenerife, los dos primeros autores de los dos últimos goles del equipo, cuatro puntos al zurrón. Jorge todo calidad, potencia y descaro y Raúl, despliegue físico, inteligencia táctica, disparo y criterio. El tercero, Dani, cada vez más asentado en el lateral izquierdo, al que ha llegado cuando parecía no haber otro remedio y del que se ha hecho justo titular. Junto a ellos, en el mismo escalón de importancia, Delmás, ahora suplente, pero con mucho peso en una fase de la Liga y con talento demostrado. Y por detrás Zalaya destacando en el filial. Identidad, capacidad, rasmia y amor a un escudo. Natxo ha sido valiente para ponerlos. Al César lo que es del César.