No hay manera. No la hay. Puede ir atento, fuerte, bien situado, sin problemas físicos, que siempre aparece el mal de ojo. Cada año igual. Injusto. ¡Qué ha hecho Alejandro Valverde para merecer tanta mala suerte en el Tour! Porque siempre le sucede alguna desgracia. En el peor momento, cuando no hay posibilidad para cambiar de bici, cuando se decide la etapa y la general, una clasificación que, al menos y pese a la avería, salvó el ciclista murciano, que continúa segundo de la general, más distanciado de Vincenzo Nibali y con el aliento de los delfines franceses (Romain Bardet y Thibaut Pinot en el cogote). Menuda presión en los Pirineos para Valverde. Dos niños franceses, tras muchos años, que pelean por los puestos de honor. Que no le suceda nada más.

Porque ayer, en la complicada ascensión a Risoul, despedida de los Alpes, Valverde subía feliz. Tenía al campeón de España, Jon Izagirre, a su lado. Y hasta le ordenó tirar en la primera fase de la montaña. Ya le iba bien que los dos chavales franceses se pelearan entre ellos, a río revuelto nunca se sabe lo que puede pasar. Atacó Nibali y, como siempre se fue, en este caso a la captura de Rafal Majka, que ganó la etapa, en homenaje a su jefe retirado, Alberto Contador.

Valverde vigilaba a los chavales. Hasta pareció en su ataque, a 3,5 kilómetros de meta, que si estiraba el brazo tocaba a Nibali con la punta de los dedos. Y justo en ese instante, Pinot, en su ansia por no perder ni un milímetro con Valverde --no hubo maldad, solo mala suerte-- golpeó la patilla del cambio (una pequeña pieza metálica que se fija en la parte trasera de la bici y que sujeta el cambio al cuadro de carbono) y le desconfiguró el sistema electrónico, el que mueve la cadena entre platos y piñones. Como si la bici fuera un móvil y por un impacto no responde a los impulsos humanos.

Se le fueron todos porque él, atascado con la electrónica, tuvo que subir con el plato grande, el que agota, el que se usa en el llano, el más rápido pero el que jamás un escalador utilizaría, bajo sentencia de hundimiento, en las cuestas alpinas o pirenaicas. "Con lo duro que es el Tour, solo me faltaba ascender con el plato grande. Quizá no estaba en mi mejor día, pero con la bici estropeada no he podido defenderme", se justificó Valverde, que salvó la segunda plaza por 13 segundos. Hoy el Tour se mueve sobre el llano y con un posible esprint en Nimes.