A veces las ilusiones se desvanecen". Palabra de José Miguel Echávarri. Llovió en Albi y Alejandro Valverde se quedó helado. Muchos se quedaron sin palabras, sin qué decir. Él se despidió del Tour. Así de duro. Fue como perder un torneo de grand slam por un triple 6-0 o por un doble bogey en el hoyo 18. O el partido clave de la Champions por 5-0. Valverde realizó ayer en Albi una contrarreloj horrorosa, nefasta; la peor de su vida como ciclista. Inimaginable. Naufragó y desvaneció la certera ilusión de la que hablaba el máximo responsable de su equipo.

"Queda carrera". Palabra de Pedro Delgado, mirando hacia el horizonte, hacia los Pirineos. El ciclismo español llegó a las mojadas carreteras que rodean Albi, al norte de Toulouse, con cuatro ciclistas estratégicamente situados para levantar los brazos en los Campos Elíseos. Nunca se había dado una situación tan extraordinaria. Y si ayer el sueño no acabó en la peor de las pesadillas fue porque un chaval de 24 años, al que menos responsabilidad hay que pedir, del que no convenía hablar mucho y al que menos presión hay que echarle, Alberto Contador, se comportó como un veterano al imitar a Perico, que lo ha acogido en su corazón, y sin ser un especialista en el complicado arte de la contrarreloj, aguantó sin complejos y rubricó una dignísima etapa, que lo aupó a la tercera plaza de la general.

MÁS DESILUSIÓN Falló Carlos Sastre. Ni se le vio en los Alpes, ni apareció en la contrarreloj de ayer. También, como era de esperar, Iban Mayo fue a lo suyo; a perder tiempo para intentar ganar libertad y exhibirse ante la afición vasca en los Pirineos. Ha resurgido, ha renacido para un ciclismo que lo había condenado a pasar desapercibido en el seno del pelotón. Y por ello hay que mantenerle un voto de confianza.

Pero, por desgracia, ayer no se encontró ninguna explicación razonable para comprender qué le ocurrió a Valverde al hundirse en el peor momento, justo el día en que Alexandre Vinokurov levantó la mano con autoridad y su equipo, el Astana, con Andreas Klöden, muy firme, y Andrey Kashechkin, muy concentrado, se sobrepuso a las caídas y se convirtió en la referencia de cara a los Pirineos. Bala Verde, por primera vez con su pólvora mojada, desfalleció en la contrarreloj en la que el australiano Cadel Evans, ahora segundo de la general, mostró su documentación para ganar el Tour. Y, sobre todo, fue doblado por Michael Rasmussen, lo inesperado, una bofetada en la mejilla ante el jersey amarillo, que se defendió con gallardía.

Vinokurov ganó en Albi ante Evans, Klöden y Kashechkin, y con Contador situado en una aplaudible séptima plaza de la etapa. "No encuentro ninguna explicación. Me sentí mal desde el principio. Cuando Unzué me dio la primera referencia, ya vi que perdería mucho tiempo", defendió Valverde ¿Un mal día? Un mal día para olvidarse del jersey amarillo. Y mirando hacia ese futuro que se abre a partir de hoy en los Pirineos, solo cabe decir que siempre quedará Contador.