Eufóricos estaban en el equipo AG2R en la cumbre del Pla d'Adet. Tan encantados que hasta se permitieron avisar a los rivales. "Vamos a romper la carrera con Peraud en el Tourmalet. ¡A Valverde!". Y aunque la moderación y esconder las cartas siempre es recomendable, la verdad es que ayer en los Pirineos, el corredor murciano salvó un mal día, con casta y con equipo, pero descubrió, no tanto por el podio, sino por la segunda plaza, que su amenaza ahora se llama Jean-Christophe Peraud. Sube mejor y va más rápido en la contrarreloj. Sobran más palabras para definirla.

Peraud no es un niño como Thibaut Pinot y Romain Bardet. Sería más el hermano mayor de Valverde, 37 años tiene, aunque solo lleva cinco de profesional, pero es este el Tour de su vida, porque es el único que aguanta a Vincenzo Nibali, cada vez más líder, cada vez más cerca de París. Nibali no lo soltó ni en Risoul, ni ayer en Pla d'Adet.

Valverde, en cambio, es otra historia. La chispa, esa chispa que tantas veces le ha acompañado a lo largo de su carrera, se apacigua en las ascensiones. Y si llegan los cambios de ritmo, él prefiere mantener su velocidad, no cebarse pero tampoco hundirse mentalmente. Y porque tiene amigos, lo que demuestra muchas veces que debajo del uniforme de batalla hay una persona, en el peor momento, cuando todo se veía negro como el cielo en una tormenta, se empezó a salvar.

NIEVE, UN AMIGO Pero allí, como un ángel de la guarda llegado por azar, apareció Mikel Nieve, uniforme de un Sky sin alma. "¡Vamos, Bala!". La cara de Bala, de Valverde, desencajada, pero la voz y la rueda del ciclista vizcaíno fueron como la mejor barrita energética. Y no era uno de los suyos. Solo un amigo.

Desde el coche, José Luis Arrieta, el director, repetía la misma frase de Nieve: "¡Vamos, Bala!". Y retumbaba su voz en los pinganillos de los compañeros de Valverde, los que andaban fugados por delante, excepto el italiano Giovanni Visconti que peleaba sin éxito por la victoria de etapa con el incontestable Rafal Majka. "¡Jesús, Ion, pararos!". Herrada (Jesús) e Izagirre (Ion) se habían colado estratégicamente en la fuga del día. Y se detuvieron. Dejaron pasar a Nibali y Peraud y también al grupo de Pinot. Y apareció Valverde. Primero fue Herrada. Magia en los Pirineos, pedaladas de futuro.

Valverde comprobó que tenía, además de un amigo, dos gregarios a su lado, a los que siguió, los que, casi sin que el murciano se diera cuenta, aumentaban un poco el ritmo. Hasta que cazó a Pinot. Hasta que salvó el peor día en este Tour. "Pasé un momento difícil, pero tuve a mi lado a un equipo fenomenal hasta el punto que pude hacer a tope los 200 últimos metros y esprintar". Por casta y por carácter, y porque a apenas cuatro días de los Campos Elíseos, no era plan de tirarlo todo por la borda. Recuperó su chispa y hasta arañó cinco segundos con Pinot.