Nadie de la expedición del Real Zaragoza se lo arrogará en público, porque la situación era la que era y la clasificación decía lo que decía, pero después de la victoria contra el Numancia y el calendario a corto plazo, los jugadores fueron a Córdoba mirando hacia arriba, de lejos y despacito, partido a partido, pero con la esperanza de ir reduciendo distancias y de volver a entrar en la pelea original con mucho de acierto y un poco de suerte, que está loca y a alguien le toca. Hubo una imagen en la recta final del encuentro, ya con el martillazo del 1-1 encima, que personifica esa situación. Vena hinchada, con rabia, Ros arengando a sus compañaros a ir hacia delante en busca de la victoria. Un ‘vamos, vamos’. Fue en balde. Luego llegó el cambio de Valentín por Lanzarote, el mensaje del miedo desde el banquillo y el castigo de la derrota.

Ayer la plantilla regresó a la ciudad con otra convicción en la cabeza. La expresó con escatológico grafismo José Enrique. «Es una mierda decir esto pero ahora mismo luchamos por no descender». Con trece jornadas por disputarse, el Zaragoza está más cerca del descenso (cinco puntos) que del playoff (nueve), por lo que la obligación primera y apremiante es garantizar la continuidad en la categoría. La Liga de las oportunidades le ha dado mil al Zaragoza. Las ha dejado pasar todas.