Era algo recurrente que sucedió a lo largo de casi toda la temporada pasada con desesperante continuidad. El equipo se caía en la recta final de los partidos por una manifiesta carencia física. La segunda unidad era inoperante, sin descargo para alguno de los habituales titulares, a los que también había que echar de comer aparte. Con un renovado concepto de plantilla, amplia con puestos doblados, con futbolistas de nivel medio o medio alto pero sin gran diferencia de calidad entre el titular y el suplente, Lalo Arantegui apostó en el Real Zaragoza en su primer proyecto por un modelo que le había dado buenos resultados en el Huesca.

Después de diez jornadas se puede decir que lo que fue una idea de verano es ya una realidad de otoño. Tener minutos este año en el Zaragoza está caro. Los suplentes lo son menos, acaso titulares que esperan su oportunidad con el colmillo afilado.En estos momentos hay ejemplos patentes. Grippo se lesionó y ahora que va a regresar se encuentra enfrente de un muro que ha crecido unos cuantos cuerpos: Verdasca. Alberto Benito, recién reincorporado al trabajo de campo, ha visto desde fuera como a Delmás no le temblaban las canillas y daba un nivel notable en el lateral derecho. Ros mira con el brazo en cabestrillo la aparición de Guti, serio y fiable todas las veces. También lesionado, Lasure ha visto nacer un nuevo lateral izquierdo y con muy buena pinta: Alain. O Pombo, que la campaña pasada fue el revulsivo de Láinez y esta sufre para ir citado. Plantilla. Hay plantilla. Y, claro, el listón para jugar sube.