La vida de Gilmar dos Santos se sostiene en tres pilares: la familia, el fútbol y la iglesia evangélica. Y los tres coinciden en Zaragoza, donde el balón le trajo en 1996, donde protegió a su hermano de una vida peor y donde ahora Hendrique también es pastor. Hacía cinco años que no venía, pero un viaje a París le permitió acercarse este fin de semana, ver a la familia y compartir culto el sábado, en un bautismo de 30 personas, y el domingo junto a su hermano y su esposa, Aline Barros, una de las principales cantantes de Brasil.

Gilmar quedó fascinado con la ciudad. «Zaragoza está preciosa, me he quedado impresionado», asegura. Y disfrutó del culto con su hermano, del contacto con la gente. Ha estado cerca de la iglesia desde muy joven, participando en diferentes programas de acción social, solidarios, para ayudar a la gente. Desde hace doce años es pastor en Brasil de una iglesia con capacidad para 5.000 fieles. «Se llena por la mañana y por la noche. Estamos para ayudarles, mi mujer es cantante y trabajamos mucho. El pueblo se acerca más a la iglesia, es muy muy diferente de aquí. Tenemos mucho trabajo», explica. Además, también visita iglesias más pequeñas para explicar «cómo Dios cambió mi vida».

En España es diferente, pero a Gilmar le gusta el contacto con la gente. «Me encanta la iglesia pequeña en la que puedes hablar con las personas, abrazarlas, estar juntos. Me acuerdo de mis inicios, yo conocía a todos, hablaba con todos. Como la iglesia es tan grande vas perdiendo ese tiempo de estar con la gente. Pero vino mucha gente de mi época en Zaragoza y pasé una mañana preciosa», indica.

Su hermano Hendrique también lo disfrutó y aprovechó para agradecer públicamente a su hermano toda la ayuda prestada. «En su momento yo estaba en una vida un poco más complicada y ya sabéis que los futbolistas brasileños en cuanto les salen un poco bien las cosas en lo primero que piensan es en la familia. En su día él me trajo aquí para estudiar, para ayudarme, y me quedé y empecé mi vida en la iglesia también», explica Hendrique, que vive en Zaragoza desde febrero de 1998 y ha formado su familia, a la que intenta inculcar el zaragocismo llevándolos a La Romareda.

Gilmar siempre se ha dedicado a los demás. «Lo que se hace aún hoy de llevar juguetes a los niños en el hospital lo impulsó él en su momento. Abrió una escuelita de fútbol para gente sin recursos. Estuvimos dos temporadas en el pabellón de La Bombarda y fue algo muy especial. A veces los futbolistas hacen cosas cuando se retiran pero él estaba muy involucrado con los temas sociales. Y a veces venía después de entrenar con el Zaragoza al pabellón y para los niños era muy especial tenerle allí», recuerda.

La labor de Hendrique y de Gilmar es estar ahí para los demás, ser un hombro en el que apoyarse, un consuelo. «El trabajo nuestro es básicamente la gente, la atención personal. Antes de ser pastor estuve unos 13 años trabajando con jóvenes, haciendo un poco un programa de hermano mayor, esa era mi labor, ayudar, estar», explica Hendrique, que no cree que en España haya menos sentimiento religioso que en Brasil aunque sí es diferente. En Zaragoza la apuesta es por la cercanía, por la gente. «Más que el mensaje, el cristianismo es también estar cerca de la gente. Hay personas que lo que necesitan es ser escuchadas y saber que no están solas», concluye.