En su poder de seducción y atracción, en ese idilio con los aficionados al ciclismo que vive la Vuelta, la ronda española del 2017, presentada ayer en Madrid, recupera el viejo estilo de cimas clásicas, sin renunciar a los muros que la han hecho famosa, aunque apuesta, al igual que ha hecho el Tour, por los descensos hacia la meta, en al menos cinco etapas, con solo un toque de contrarreloj individual, a la vez que trata de buscar que los ciclistas pedaleen por la mayor parte del territorio español, lo que obliga a los inevitables traslados. Eso sí, la Vuelta no pasará por Aragón en la edición del año próximo.

¿Qué novedades depara la próxima edición de la Vuelta? Para empezar, el inédito inicio de Nimes, en Francia, y para acabar la recuperación de uno de los monumentos identificativos de la prueba, nada menos que el Angliru. Es, sin duda la montaña más cruel de la Vuelta, diseñada con ocho finales más en alto: la Ermita de Santa Llúcia, en Castellón; Cumbres del Sol y Xorret de Catí, en Alicante; Calar Alto, en Almería; Sierra de la Pandera, en Jaén; Sierra Nevada, en Granada, y Los Machucos y Santo Toribio de Liébana, en Cantabria.

Solo habrá 40 kilómetros de contrarreloj, totalmente llanos, con final en Logroño y la crono por equipos inicial de Nimes.