El Real Zaragoza lo resume fácil en el cartel anunciador del partido de mañana en La Romareda: ‘Es la hora’. Tampoco hacen falta muchas explicaciones. Cualquier zaragocista de bien comprende que el momento ha llegado, que su equipo está otra vez muy cerca de Primera. Pasada ya la defensa numantina de la fría noche del miércoles en Soria, toca la batalla del Ebro, donde el ejército aragonés se ha mostrado acerado desde que se abrió el 2018. El respaldo de sus huestes, incondicionales en esta guerra que se acaba, le ha llevado a perseguir el sueño del ascenso hasta el extremo. Anda, se supone, en la penúltima contienda después de salir entero de la escaramuza de Los Pajaritos. Mañana no hay futuro que valga ante su gente. Se trata de matar o morir.

La tarde se anuncia de reventón en el coliseo zaragozano, que agotará el papel en las próximas horas. Ayer al cierre de las taquillas, el club aragonés informó de que se habían despachado 8.400 de las aproximadamente diez mil localidades que se ponen a la venta para los aficionados que no son abonados. Se cuenta, se supone, que serán pocos los fieles que fallen esta vez a la cita ante el Numancia. No se pueden hacer números por ahí, ya que la mayoría tienen su localidad domiciliada y no necesitarán pasar por las taquillas. Les basta con pasar por el torno su carnet de abonado en el acceso al campo.

Son estos últimos unos 16.000 abonados. Quedan casi otros seis mil que han ido retirando su entrada en las taquillas de La Romareda a buen ritmo. No se puede garantizar el lleno, pero la cadencia en la venta de las localidades hace presumir que se agotarán todas antes de que llegue la hora, el sábado a las seis, en La Romareda, el estadio que se ha convertido en factor diferencial en la categoría. En ningún otro campo se ha logrado crear la atmósfera que ha llevado al Real Zaragoza a coronarse como el mejor equipo de la segunda vuelta. Sumó 47 puntos en esta parte del torneo, después de ganar diez de los once compromisos ante su gente. Cayó solo ante el colista, el Sevilla Atlético, el día que entendió que no le bastaba con ser quien es para ganar partidos.

No hay una cifra oficial del aforo actual de La Romareda. Casi en cualquier sitio que se consulte, aparecen 34.596 espectadores como la cabida que tiene el estadio. En realidad, esa cantidad no debería ni ser considerada desde hace años, cuando la reforma del palco restó unas quinientas localidades a la parte central de Tribuna Cubierta. En los últimos años, el club ha ido reformando otras zonas del campo, han aparecido otros palcos privados y zonas de uso para medios que han ido reduciendo paulatinamente el aforo. Además, por respeto tampoco se sacan a la venta localidades cuya visibilidad es mala, como es el caso de los asientos que hay detrás de los banquillos.

La estimación de la capacidad del estadio sería hoy de cerca de 33.000 espectadores. No pasa de ser una consideración, pero da una idea de hasta qué punto puede reventar mañana La Romareda. Si se tienen en cuenta los casi 22.000 abonados que tiene hoy en día el Real Zaragoza y se le suman las 8.400 localidades vendidas en las oficinas y las 550 enviadas a Soria para uso de seguidores numantinos, la cifra se eleva hasta los 31.000. A la venta queda el papel caro, las entradas de Tribuna Cubierta (50 euros), de Tribuna de Preferencia Central (45) y de Tribuna de Preferencia (40). No queda espacio en el resto, aunque sí entradas a 15 euros para los menores de 14 años.

Falta día y medio para superar el récord establecido ante el Huesca, cuando quedaron menos de 300 localidades sin vender. La entrada oficial esa tarde fue de 28.992 espectadores, cifra que sorprendió a más de uno. ¿Fallaron tantos abonados? Sí, es muy factible. De hecho, suele ser habitual. No se cuenta con ello para mañana, el día que La Romareda explotará otra vez. A las 16.15 horas hay recibimiento y luego, como dijo Zapater, hay fiestón en La Romareda. Se organiza el penúltimo empujón, como de costumbre, a coro: ‘Volveremos...’.